WASHINGTON – El 11 de julio, en el interior de la emblemática catedral de San Patricio en Nueva York, unos 250 mexicanos fueron honorados como héroes anónimos después de morir de COVID-19, la enfermedad de la cual probablemente se contagiaron mientras mantenían en marcha la ciudad durante los peores momentos de la pandemia hace unos meses.
Sus restos cremados fueron bendecidos en la catedral y, por medio de un acuerdo con el gobierno mexicano, fueron enviados a México ese mismo día para ser recibidos por sus familias.
“Estas personas, cuando estaba la pandemia en la parte más elevada, nunca dejaron de trabajar”, dijo Jorge Islas López, cónsul general de México en Nueva York, hablando a la prensa sobre los difuntos después del servicio.
Aunque anónimos, algunos de los inmigrantes habían limpiado los hospitales de Nueva York, mientras que el personal sanitario luchaba por salvar vidas, dijo Islas, y otros mantenían la provisión de alimentos, o se aseguraban de la continuación de las obras de construcción necesarias.
“Ahora los llevamos amorosamente a México, su hogar terrenal y rezamos para que ahora vivan para siempre en su verdadero hogar celestial”, dijo el cardenal Timothy M. Dolan de Nueva York durante el servicio en español.
El cardenal bendijo sus cenizas cubiertas con un manto blanco en el altar principal, mientras que mariachis tocaban canciones tradicionales mexicanas.
Al hablar con la prensa, el cardenal Dolan explicó que esperaba haber ofrecido aunque fuera un poco de consuelo a las familias de los migrantes, para que supieran que sus seres amados habían recibido la bendición de Dios.
“Estas familias sufrieron porque no pudieron estar con sus seres queridos en el momento de su muerte”, dijo.
Pero algunos amigos y familiares estuvieron presentes en el servicio en la catedral, secándose las lágrimas y mostrando fotos de sus seres queridos desde las bancas. Otros vieron la bendición de las cenizas por Facebook Live, mientras que el Consulado Mexicano en Nueva York transmitía el servicio en directo, y dejaron mensajes en la sección de comentarios.
“Adiós, mi hermano. No estoy en la Santa Misa, pero estás en mi corazón. Te amo, mi hermano, hasta siempre”, escribió Clemencia Bravo.
“Que tu alma descanse en paz, Teresa Romero,” escribió Jafed Fer Dax. “Te queremos y extrañamos en tu querido Huamantla”.
“Tío Alfredo, que Dios te tenga en su santa gloria”, escribió Jonathan López. “Siempre te vamos a recordar y extrañar”.
“Muchos de ellos murieron solos porque no tenían familiares aquí”, dijo Islas, el cónsul general, dirigiéndose a la prensa. “Por eso es importante regresarlos con la mayor dignidad, mayor decoro, con el mayor respeto que debe tener un fiel”.
Después de la bendición, los restos cremados fueron trasladados en un avión del ejército mexicano que salió del aeropuerto de La Guardia de Nueva York con destino a la Ciudad de México, donde el gobierno mexicano había hecho arreglos para enviar los restos cremados a las diferentes localidades a través del país.
En una nota de prensa, la arquidiócesis de Nueva York dijo que el cónsul general había ayudado a organizar el servicio para aquellos que no habían podido tener una misa fúnebre y entierro en medio de la pandemia en la ciudad.
“La Iglesia Católica muestra cuidado y reverencia por los restos terrenales de aquellos que han muerto asegurando un reposo digno y adecuado de los restos terrenales. Esto es tan importante que se considera una de las obras corporales de la misericordia”, dijo la arquidiócesis en un comunicado.
Enterrar a los muertos es una de las siete obras corporales de misericordia, parte de las enseñanzas de Jesús practicadas por los cristianos como modelo de cómo tratar a los demás. Otros incluyen alimentar a los hambrientos y dar limosna a los pobres.
Por Rhina Guidos