CIUDAD DE MEXICO – En el estado de Chiapas, situado en el sur de México, las costumbres y tradiciones han demostrado ser más fuertes que cualquier advertencia sobre el COVID-19.
Sacerdotes como el padre Gustavo Andrade, de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, informan sobre el escepticismo generalizado en Chiapas sobre el COVID-19, sus orígenes, y su impacto, incluso cuando la pandemia continúa cobrando vidas y contribuyendo al colapso de un sistema de salud ya deteriorado. Teorías de conspiración también han surgido (las cuales son difundidas a través de redes sociales y servicios de mensajería como WhatsApp) de que el gobierno mismo está “envenenando” a la población y que los hospitales están matando personas, señaló el padre Andrade.
En el municipio mayormente indígena de Venustiano Carranza, “el Viernes Santo, más de 4,000 personas salieron a las calles, formando aglomeraciones. No podían ni siquiera caminar cargando el Nazareno”, recordó el sacerdote. “Para las personas aquí, sus costumbres, sus tradiciones, son más fuertes que cualquier orden que provenga del papa”.
“No aceptan que exista el coronavirus”, acotó. “Se han cerrado completamente a esa idea, y es por eso que hubo ese tipo de acciones durante Semana Santa y otros días de festividad”.
A mediados de julio, Chiapas, el estado más pobre de México, había registrado más de 5,200 casos de COVID-19 y casi 750 muertes, dijo la Secretaría Federal de Salud. Sin embargo, el padre Andrade sospecha que no se están contando apropiadamente el número de casos o las vidas perdidas, ya que no se realizan pruebas generalizadas en México y las personas no van al hospital.
La Diócesis de San Cristóbal de Las Casas ha comenzado lentamente a reabrir iglesias para orar, pero continúa celebrando misas a puerta cerrada. Hay presión para reabrir: dos sacerdotes en la parroquia de Santo Tomás Apóstol en el municipio de Oxchuc dijeron en una carta al obispo el 4 de julio que los residentes amenazaron con reiniciar actividades por su cuenta “debido a que piensan que (la iglesia) permanece cerrada porque los sacerdotes no quieren trabajar y tienen miedo … de las autoridades de salud”.
Sin embrago, tres sacerdotes entrevistados por Catholic News Service ven algo más que terquedad por parte de las poblaciones indígenas mayas.
“En la cosmovisión de estas comunidades hay unidad”, acotó el padre Marcelo Pérez, director diocesano de ministerios sociales. “Cuando alguien se enferma, se unen para ayudarlo, para mostrar solidaridad. Entonces, cuando reciben órdenes de aislarse, les causa un conflicto enorme”.
El padre Pérez también atribuye este escepticismo a una profunda desconfianza al gobierno, que, según él, tiene una historia de mentir a los pueblos indígenas y las clases populares en cuestiones mucho más triviales que una pandemia.
Chiapas también es conocido por el levantamiento Zapatista en 1994. Algunas comunidades Zapatistas continúan operando de manera autónoma, y partidarios dicen que el gobierno no ha respetado los acuerdos que pusieron fin al conflicto.
“Durante mucho tiempo han sido engañados, y es una de las razones por las que piensan que (el COVID-19) es una mentira del gobierno”, dijo el padre Pérez. “Es como el niño que gritó ‘lobo’, cuando la situación es real, nadie lo cree”.
Esta profunda desconfianza ha llevado a la propagación de teorías de conspiración, incluyendo la idea de que los que fumigan para evitar que los mosquitos propaguen el dengue están propagando el coronavirus.
El gobierno del estado de Chiapas dice que al menos 10 municipios han impedido los esfuerzos contra el dengue. Las clínicas de salud han sido atacadas por poblaciones sospechosas.
“Es simplemente el resultado de rumores mal interpretados: quieren matarnos, que no es cierto, que todo esto es un invento del gobierno, que si vamos a los hospitales moriremos”, declaró el padre jesuita Pedro Arriaga.
“Es una postura defensiva de la comunidad misma, que identifica al poder estatal o al gobierno como el enemigo del pueblo y quiere defenderse de lo que (ellos creen) el gobierno inventa y estos movimientos gubernamentales dirigidos contra ellos”.
El padre Andrade vio que la situación se descontrolaba en Venustiano Carranza, donde los lugareños incendiaron el ayuntamiento y la casa del alcalde en mayo, luego de que se difundieran los rumores de que los equipos de fumigación propagaban el coronavirus. El gobierno local declinó hacer comentarios, citando la investigación en curso.
El padre Andrade ha trabajado para disipar mitos y generalmente cita su propio ejemplo; contrajo COVID-19 y se recuperó. Sin embargo, el también ha visto progreso.
“Casi nadie usaba una máscara” cuando llegaron las noticias del coronavirus, dijo el padre Andrade. “Si ahora vas a la ciudad, un tercio de la gente ahora usa una máscara”.
Por David Agren