SAO PAULO, Brasil – Conocido en Brasil como el “obispo de los pobres”, el obispo retirado Pedro Casaldáliga Pla murió a los 92 años el 8 de agosto en São Paulo a causa de problemas respiratorios derivados de una neumonía.
Debido a su implacable defensa de la población indígena y de su lucha para que los campesinos puedan ser propietarios de tierra, el obispo retirado de São Félix fue visto como un enemigo por magnates de tierra, mineros, y madereros.
“Se puso al servicio de las grandes causas de la humanidad, lo que lo llevó a enfrentar sin miedo todas las formas de poder, opresión, y muerte que enfrentan los hombres y mujeres pobres que trabajan en la Amazonía, los marginados en Brasil y en varios países de América Latina. Pedro (Casaldáliga) es un legado y un referente para los ciudadanos de todo el mundo que luchan por la democracia, para aquellos que sueñan con un mundo más justo e igualitario, que quieren una Amazonía libre y preservada para los pueblos y comunidades allí presentes”, declaró la Comisión Pastoral de Tierras de los obispos brasileños en su página web.
“Hizo que la iglesia se diera cuenta que no podemos abandonar a los pobres”, acotó el arzobispo de Manaus, Leonardo Ulrich Steiner, a Catholic News Service.
“Él mismo era pobre; vivía como sus seguidores, en la pobreza”, señaló el arzobispo Steiner. “Lo sé porque viví con él durante siete años en una casa muy sencilla en medio de la comunidad. Él vivía con los que ayudaba: con los pobres”.
Dándole el apodo de “profeta”, el Consejo Indígena Misionero de los obispos brasileños dijo que, con gestos sencillos, el obispo Casaldáliga sabía mejor que nadie cómo “albergar a los pequeños de Dios”.
“Fueron décadas de compromiso a las luchas de los pueblos, defendiendo y amplificando la voz de los indígenas, los campesinos, los negros, las mujeres, y los más olvidados. Desde sus inicios hace casi 50 años, el CIMI se ha inspirado en el ejemplo de la vida profética del obispo Pedro”, dijo el Consejo Indígena Misionero (utilizando sus siglas en portugués, CIMI). “Su vida fue un regalo y una gracia para todos nosotros”.
Uno de los dichos favoritos del obispo era, “Si tienes dudas, ponte del lado de los pobres”, según dijeron muchas personas que hablaron con CNS.
Nacido en 1928 en Balsareny, en la región de Cataluña de España, el obispo Casaldáliga eligió enfocarse en los pobres y, con compromiso y de una forma consistente, se convirtió en una de las figuras más destacadas de la teología de la liberación, que encuentra en las Escrituras la inspiración y los principios necesarios para trabajar en liberar a personas de patrones y estructuras sociales injustas.
Casaldáliga llegó a Brasil como misionero claretiano en 1968, durante el período más violento de la dictadura militar del país. Considerado uno de los defensores más importantes de los derechos humanos en el país, y un icono de la resistencia dentro de la iglesia, el obispo Casaldáliga decidió no asistir al funeral de su padre en España tras conocer que el gobierno brasileño no le otorgaría una visa para regresar al país si se iba.
Él fue elevado a obispo en 1971. Leonardo Sakamoto, un activista contra el trabajo esclavo, dijo que, a principios de la década de 1970, el obispo Casaldáliga fue el primero en acusar a las corporaciones agrícolas, en complicidad con los militares, sobre el trabajo esclavo contemporáneo en la región amazónica.
“Por sus acciones contra la dictadura y la violencia de los acaparadores de tierras, madereros, mineros, y grandes productores rurales, pasó gran parte de su vida siendo amenazado de muerte. Fue también el blanco de procesos de expulsión del país. El obispo Casaldáliga, quien era poeta y escritor, se convirtió en una de las víctimas principales de la censura impuesta por los hombres en uniforme durante los ‘años de plomo’ (violencia militar)”, acotó Sakamoto.
El padre claretiano Marcos Loro, superior provincial, dijo: “La congregación y la iglesia recibieron un gran don de Dios en la persona y el trabajo de Pedro, que fue un hombre de fidelidad, coherencia, y conducta que unió fe y práctica”.
“Solía decir que vivía en el Valle de los Olvidados y buscaba en las agencias gubernamentales justicia para los indígenas y los pobres. Hizo que la iglesia estuviera más presente en la región (amazónica) y dio voz a los laicos de las comunidades”, añadió el padre Loro.
Aunque la labor humanitaria y pastoral del obispo Casaldáliga le valió decenas de premios, el arzobispo Steiner lo recuerda sobre todo “como un gran místico”.
“Su misticismo aparece en sus poemas. Fue un gran poeta, un gran intelectual; supo leer la realidad de los tiempos. Una vez me dijo: ‘Lo que me salvó fue mi fe y mi poesía'”, recordó el arzobispo Steiner.
El papa Francisco, en su exhortación apostólica postsinodal “Querida Amazonia”, citó uno de los poemas del obispo Casaldáliga: “Carta de navegar (Por el Tocantins amazónico)”. En evidente contraste con lo acontecido a finales de la década de 1980, cuando el obispo recibió “advertencias informales” del Vaticano para mantener la política fuera de las procesiones religiosas y abstenerse de viajar a otros países para celebrar misa o predicar sin el permiso de los obispos locales.
Monseñor Casaldáliga fue colocado descalzo en un sencillo ataúd cubierto con una manta de retales de Nicaragua y una cruz en el pecho confeccionada por los indios Xavante para la vigilia en la ciudad de Batatais. El obispo visitaba Nicaragua a menudo sin la aprobación de los obispos de la nación.
La capilla claretiana estaba adornada con leños quemados para representar la muerte del bosque y alambre de púas para representar a los terratenientes. Además, cerca del altar donde yacía el obispo, los trabajadores de la iglesia colocaron artefactos indígenas y Victoria Regia, un nenúfar gigante común en la región amazónica, para representar las acciones del sacerdote a favor del medio ambiente y los indígenas, manifestó el padre claretiano Ronaldo Mazula.
Como había sido su deseo, tras los velatorios en Batatais y Ribeirao Cascalheira, el obispo Casaldáliga será enterrado a orillas del Río Araguaia en São Félix.
Por Lise Alves