CASTEL GANDOLFO, Italia – Milvia Monachesi, quien fue electa alcaldesa de Castel Gandolfo en 2012, dijo que “por un momento” en 2013, “pensé que era la alcaldesa con más suerte del mundo: tendría dos papas”.
“Pero ahora no hay ni uno”, acotó el 14 de agosto.
Esta ciudad, de aproximadamente 9,000 personas, está ubicada en las colinas (a unas 15 millas al sureste de Roma) y ha sido la residencia de verano de los papas desde 1626 hasta la elección del papa Francisco.
“Cuando supimos que el papa Francisco no vendría, nos sentimos huérfanos y preocupados porque la vida entera del pueblo gira entorno a la presencia de los papas” en la temporada de verano, dijo la alcaldesa a Catholic News Service.
El momento de mayor realce siempre fue la fiesta de la Asunción de María, el 15 de agosto, cuando el papa solía celebrar la misa para toda la ciudad y miles de visitantes.
“Todos nosotros tenemos fotos con los papas”, señaló la alcaldesa, quien nació en Castel Gandolfo durante el pontificado de San Juan XXIII y ha vivido allí toda su vida.
“Así que nos sentimos huérfanos en ese sentido”, continuó.
Ese primer verano sin la presencia del papa, los residentes (como también los medios de comunicación) dijeron que la ciudad, con vistas al Lago Albano, moriría económicamente sin su invitado especial de la temporada y sin los peregrinos que atraía.
“No sólo no ocurrió eso”, declaró Monachesi, “sino quizás nos dio el incentivo para restablecer el balance”, expandiendo el alcance y diversificando la economía para atraer visitantes y turistas por otros medios como los deportes, el medioambiente, la culinaria local, y el rubro de los vinos.
“Entonces, el papa nos dio este enorme regalo, por el cual debemos estar muy, muy agradecidos, de abrir” los jardines de las villas pontificias y el palacio apostólico a los turistas. Esto no solo hizo que los turistas regresen continuamente, sino que vengan durante el año, en vez de hacerlo solamente entre julio y septiembre.
A excepción del 2020, debido al confinamiento por el COVID-19 y las restricciones de viaje, el número de visitantes a los jardines y al museo del palacio fue creciendo cada año, llegando a 155,000 en 2019, señaló.
Sin embargo, dijo, “continuamos esperanzados en que el papa decida cambiar de opinión y venir a vernos”.
Aunque el palacio apostólico, donde está localizado el apartamento del papa, funciona como museo, no sería complicado convertirlo nuevamente en su residencia, según la alcaldesa. “Si él lo desea, puede venir en cualquier momento. No le faltaría nada, el lugar lo tiene todo”.
Andrea di Bernardini, quien tiene una tienda de recuerdos turísticos que abrió su abuelo frente al palacio apostólico en la plaza principal de la ciudad, dijo que la alcaldesa tiene razón en cuanto al aumento de la diversidad de turistas y la extensión de la temporada turística. Pero afirma que entre la elección del papa Francisco y la apertura de las propiedades papales al público, hubo dos años nulos y los negocios aún están afectados por eso.
Él ha expandido el inventario de artículos casi exclusivamente religiosos para incluir joyería y recuerdos en general, pero dice que todavía están en dificultades.
La decisión del papa Francisco de quedarse en el Vaticano en el verano “representó una gran pérdida para Castel Gandolfo, especialmente en lo económico. Todos los negocios han sido afectados por la ausencia del papa”, dijo. Y el coronavirus empeoró todo.
En uno de los pocos negocios de la ciudad que todavía se dedican exclusivamente a la venta de artículos religiosos, la empleada no quiso hablar con la prensa. Todo lo que decía era “quiero que se acabe este año”.
En la plaza principal, el padre salesiano Enzo Policari, párroco de la parroquia de Santo Tomás, explicó que la ciudad estaba completamente calmada y silenciosa durante la cuarentena del COVID-19. Sin embargo, ahora, la plaza cobra vida cada noche cuando la gente de la ciudad y de Roma busca un paseo corto y una rica comida.
Los negocios no están “demasiado” afectados por la ausencia del papa, acotó el sacerdote, porque los turistas que vienen a visitar el palacio y los jardines acuden cada día, todo el año, y pasan tiempo en la ciudad. Previamente, la ciudad estaba “desbordada” los domingos de verano desde las 10 a.m. hasta justo después del rezo del Ángelus con el papa a mediodía, luego todos se iban.
El padre salesiano fue nombrado párroco de Castel Gandolfo en 2017, pero conoce bien la ciudad y sus residentes papales.
Siendo adolescente en 1961, contó el sacerdote, vino a Castel Gandolfo y conoció a San Juan XXIII en la misma iglesia donde ahora es párroco. “Era un 15 de agosto y, pasando por allí, el papa me dio la mano. Recuerdo que estaba tan impresionado por ese saludo que ¡no me lavé mis manos durante dos días!”
Obviamente, dijo, los habitantes de la ciudad extrañan el no tener un papa a su alrededor. “Es muy hermoso que las personas recuerden cuánto se beneficiaron de la presencia del papa en este edificio”, dijo, señalando el palacio cercano.
“La gente es muy apegada a los papas”, expresó. “Sienten que algo se ha perdido, en especial las personas mayores”.
“Si un día decide regresar”, comentó el padre Policari, “él siempre tendrá un hogar y ciudadanos que le den la bienvenida”.
Por Cindy Wooden