Un regalo de solidaridad de los EE. UU. ayuda con formación en una diócesis lejana

El padre Manuel Acosta, vestido de morado, ora con un grupo de seminaristas en San Ignacio, El Salvador, mientras operan la Escuela Diocesana en l’nea el 15 de diciembre de 2020. Despues de la pandemia, la escuela que capacita a l’deres laicos en la Di—cesis rural de Chalatenango, con la ayuda del Subcomite de la Iglesia en America Latina de la USCCB, comenz— la instrucci—n religiosa en l’nea. (Foto CNS/ Rhina Guidos)

CHALATENANGO, El Salvador – Aunque la Diócesis de Chalatenango está lejos de la capital de El Salvador, ministros laicos y catequistas de esta diócesis rural, en partes tan remota que solo se puede llegar a caballo, han podido obtener una formación espiritual de calidad sin tener que ir lejos de casa.

Ayuda económica del Subcomité para la Iglesia en América Latina de la Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU. ha facilitado que los ministros católicos aquí puedan aprender sobre la evangelización, enseñen a otros cómo leer la Biblia en comunidades pequeñas y obtener una comprensión más profunda de lo que es la espiritualidad, a través de la Escuela Diocesana, una serie de programas para ministros laicos adaptados a las necesidades de esta región montañosa.

“Chalatenango no tiene ningún centro de reflexión (espiritual), ni foros” igual que esos accesibles a personas en la ciudad y que ayuden a los laicos a mejorar su formación de catequistas o ministros, por eso la iglesia local ha ofrecido programas con esta meta, dijo el Obispo Oswaldo Escobar de la Diócesis de Chalatenango a Catholic News Service el 21 de enero.

Ministros laicos y catequistas se reúnen alrededor de una computadora portátil mientras participan en línea a través de la Escuela Diocesana en Chalatenango, El Salvador, 16 de enero de 2021. (Foto CNS / Rhina Guidos)

El padre Manuel Acosta, sacerdote diocesano y profesor de teología en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de San Salvador, dijo que lo que aprenden los ministros y catequistas, en algunos casos, es específico a la diócesis, que en la década de los 1980 vio algunas de las batallas más duras de la guerra. Es difícil encontrar a una persona de la diócesis que no tenga un familiar “desaparecido” o asesinado durante el conflicto armado de El Salvador de 1980 a 1992, o que no haya sido desplazado a campos de refugiados en Honduras, o que haya huido del país. En Chalatenango, la violencia fue tan fuerte, que se cree que se han producido más de 50 masacres.

“Algunos de los temas (de la Escuela Diocesana) tienen que ver con lo psicológico, cómo sanar heridas, porque somos una diócesis golpeada por la guerra, nuestros laicos están golpeados”, dijo el padre Acosta.

Los instructores de la escuela son sacerdotes o profesionales que manejan una variedad de temas, como el desarrollo humano, son expertos en Biblia o el medio ambiente. Hasta que la pandemia afectó el transporte, muchos visitaban a Chalatenango para ofrecer instrucción a los agentes pastorales en persona como parte de la Escuela Diocesana.

El padre Acosta, quien comenzó a discutir la idea de la escuela con el obispo Escobar y otros sacerdotes en 2017, dijo que la idea era simple. Desde el Concilio Vaticano II, se ha hablado de “renovar” a los laicos y “renovar” la iglesia. Pero eso es algo que, debido a la guerra, a la reconstrucción después de la guerra y la falta de dinero, el proyecto nunca había marchado adelante realmente en la diócesis.

La renovación de la iglesia local solo podía provenir de un lugar: los laicos, dijo. Y así como los sacerdotes y los religiosos y religiosas necesitan actualizar constantemente su formación religiosa, también los agentes de pastoral y catequistas necesitan lo mismo. Pero eso no había ocurrido, en parte, porque el área es remota, alejada de cualquier gran centro de la ciudad, y porque la diócesis carecía de recursos para enviar agentes pastorales a San Salvador para capacitarse. En 2019, la diócesis recibió una subvención pastoral de $20,000, fondos que los feligreses estadounidenses dieron a la colecta para América Latina. Este año la colecta se lleva a cabo el fin de semana del 23 y 24 de enero.

“La escuela para laicos en El Salvador es un ejemplo brillante de cómo podemos apoyar creativamente la formación en la fe de los líderes laicos con nuestras generosas contribuciones”, dijo el padre oblato Leo Pérez, director de la colecta para América Latina. “En un espíritu de solidaridad con la Iglesia en América Latina, proclamamos el Evangelio de Jesús: ‘Busca primero su reino y su justicia, y todas estas cosas serán tuyas también'”.

Aunque la “escuela” no tiene un edificio, antes de la pandemia la diócesis alquilaba sitios para reunir a un gran grupo de personas los fines de semana, daba honorarios a los presentadores que llegaban de la ciudad para capacitar a los laicos, y proveían alimentación, transporte y también material escrito a los asistentes.

La Diócesis de Chalatenango enfrenta algunos desafíos únicos, dijo el padre Acosta, pero la capacitación que han recibido los agentes pastorales también es única. A través de tres diferentes sesiones de gran escala, que duran unos cuatro meses y toman parte durante los fines de semana, la diócesis ha podido formar, hasta la fecha, a más de 350 ministros y catequistas. Una cuarta ronda de entrenamiento se está llevando a cabo en este momento.

El padre Acosta dijo que además de la formación ministerial, la escuela ofreció módulos sobre memoria histórica, derechos humanos, medio ambiente y “la casa común”, pero uno de los más importantes es la reconciliación.

“Somos una iglesia de víctimas de la impunidad y hay muchas cosas que aún no se han resuelto”, dijo. “La gente todavía está lidiando con dificultades, la gente está afectada por problemas vitales en las áreas de salud, educación, problemas ambientales, inmigración … enfrentamos muchos desafíos como diócesis”.

Aunque la pandemia afectó la instrucción durante unos meses, la diócesis pudo mantener la Escuela Diocesana en línea, y a veces se reúnen en grupos pequeños alrededor de una computadora portátil ya que pocos tienen una propia en casa.

“No podríamos hacerlo sin la ayuda de la colecta para América Latina”, dijo el padre Acosta. “Y queríamos darles a los laicos una manera de empoderarse, de cambiar la iglesia”.

Por Rhina Guidos