WASHINGTON – Un grupo de prominentes académicos católicos considera que es moralmente aceptable recibir cualquiera de las vacunas contra el COVID-19 actualmente disponibles en Estados Unidos.
“Los católicos, y de hecho, todas las personas de buena voluntad que abrazan una cultura de la vida para toda la familia humana, nacida y no nacida, pueden utilizar estas vacunas sin temor a la culpabilidad moral” por el aborto, dijeron los ocho académicos en una declaración difundida el 5 de marzo a través del Centro de Ética y Políticas Públicas en Washington.
La declaración se refiere a las vacunas desarrolladas por Moderna, Pfizer y Johnson & Johnson, así como por AstraZeneca, que se espera que pronto solicite la autorización para uso de emergencia de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos.
Los académicos dijeron que estaban de acuerdo con el obispo Kevin C. Rhoades de Fort Wayne–South Bend, Indiana, presidente del Comité de Doctrina de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB), quien reiteró en un video el 4 de marzo que la vacuna de Johnson & Johnson “puede utilizarse con la conciencia moral tranquila”.
Monseñor Rhoades citó en el video una declaración anterior del Vaticano que “ha dejado claro que todas las vacunas contra el COVID reconocidas como clínicamente seguras y eficaces pueden ser utilizadas con la conciencia tranquila”.
El obispo también repitió los comentarios que él y el arzobispo Joseph F. Naumann de Kansas City, Kansas, presidente del Comité de Actividades Pro-Vida de la USCCB, hicieron el 2 de marzo, subrayando que si se puede elegir entre varias vacunas “recomendamos que se elija la que tenga menos conexión con líneas celulares derivadas del aborto”.
“La conexión de Pfizer y Moderna es más remota que la de la vacuna de Johnson & Johnson”, dijo en el video.
Sin embargo, los académicos dijeron: “Creemos que (es) un error decir tanto que estas (vacunas) son moralmente permisibles de usar como que algunas deben ser preferidas a otras”.
“No parece haber una distinción real entre las vacunas en cuanto a su conexión con un aborto de hace muchas décadas, y por tanto el punto de partida moral de equivalencia”, dijeron.
Ryan T. Anderson, presidente del Centro de Ética y Políticas Públicas, se unió a otros siete académicos para elaborar la declaración.
Los otros son: El padre dominico Nicanor Austriaco, profesor de teología y biología en Providence College; Maureen Condic, profesora asociada de neurobiología en la Universidad de Utah; el padre jesuita Kevin Flannery, profesor jubilado de filosofía en la Pontificia Universidad Gregoriana; Robert P. George, profesor de derecho en la Universidad Princeton; O. Carter Sneed, profesor de derecho en la Universidad de Notre Dame y director del Centro de Ética y Cultura de esa facultad; Christopher Tollefsen, profesor de filosofía en la Universidad de Carolina del Sur; y el padre dominico Thomas Joseph White, profesor de teología sistemática en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino, conocida como el Angelicum.
Los académicos explicaron que su conclusión se basa en el hecho de que la línea celular utilizada para el desarrollo de la vacuna, conocida como HEK293, está muy alejada de las células renales embrionarias obtenidas originalmente de un niño no nacido que fue abortado a principios de la década de 1970.
“Se desconocen las circunstancias exactas del aborto, pero los científicos que produjeron la línea celular no estaban directamente implicados y, lo que es más importante, el aborto no se realizó en aras de proporcionar material biológico a los investigadores”, según el comunicado.
Es importante destacar que no se está utilizando tejido abortado para generar células HEK293, para modificar estas células o mantenerlas en el laboratorio. Por lo tanto, el uso de HEK293 (y líneas inmortalizadas similares) no crea incentivos futuros para más abortos”, añadió.
La declaración expresó como “hecho científico” que “no hay partes del cuerpo fetal en estas líneas celulares inmortales”.
“Las líneas celulares inmortales son instrumentos, productos biológicos que han sido modificados y reproducidos muchas veces, y no conservan la función natural del tejido del que derivan”, explicó en la declaración.
En respuesta a la pregunta sobre si la producción y el uso de alguna de las vacunas contra el COVID-19 “contribuyen, cooperan o promueven algún aborto”, los académicos dijeron que ese no era el caso porque los abortos de los cuales se derivaron líneas celulares como la HEK293 ocurrieron hace décadas.
Además, dijeron que no se utiliza ni se necesita ningún tejido fetal nuevo para mantener las líneas celulares, las cuales se producen en laboratorios de investigación.
Los investigadores también dijeron que las células HEK293 se utilizan habitualmente para probar otros productos, como alimentos procesados, productos farmacéuticos y cosméticos. La línea celular también se utiliza como alternativa a los ensayos con animales, señalaron.
Calificando de “generalizado” el uso de las células HEK293 en la investigación biomédica, los académicos dijeron que su uso “ha contribuido a un enorme número de nuevos medicamentos y procedimientos médicos desarrollados en las últimas décadas”.
“Por lo tanto, parece justo decir que, además del uso de las células HEK293 por parte de la comunidad científica, casi todas las personas del mundo moderno han consumido productos alimenticios, tomado medicamentos o utilizado productos cosméticos/de higiene personal que se desarrollaron mediante el uso de células HEK293 en las industrias alimenticia, biomédica y cosmética”, según la declaración.
Concluyeron que hay una fuerte razón moral para que la gente reciba las vacunas cuando estén disponibles porque proporcionará “la mayor protección posible para los más vulnerables entre nosotros”.
“La leve y remota conexión con los abortos de hace décadas y la ausencia de cualquier incentivo para futuros abortos ofrecen pocas o ninguna razón moral para no aceptar este grato avance de la ciencia”.