Creo que si le preguntamos a cualquier madre qué es lo que más desea para su hijo, probablemente responderá: “Ser feliz”. María, como madre de Jesús y, por extensión, también nuestra, quiere lo mismo para cada uno de nosotros y añade algo más: ser felices y santos. Para nosotros, como cristianos, la felicidad y la santidad convergen cuando caminamos en los caminos de nuestro Señor. María es un modelo de cómo hacer precisamente eso. Este mes de mayo, la mejor manera de honrarla es seguir el ejemplo que nos dio.
Uno de los momentos decisivos de María fue cuando el ángel Gabriel la visitó con la voluntad de Dios de que se convirtiera en la madre de Jesús. Ella le dio un “sí” total a Dios durante la Anunciación, aunque debió estar asustada, insegura y hasta dubitativa. Al responder a este fíat, María confió plenamente en Dios.
El año pasado nos ha enseñado que la vida puede cambiar drástica y rápidamente, y aunque es posible que tengamos nuestros propios planes, en última instancia, no tenemos el control. Quizás podamos permitir que el plan de Dios se desarrolle para nosotros, confiando en él completamente como lo hizo María. El no saber lo que depararía el futuro no impidió que María dijera “sí” al Señor. De ella podemos aprender a confiar y tener fe.
Como madre, María estaba llena de amor incondicional por su Hijo, apoyándolo en su enseñanza, predicación e incluso en su máximo sacrificio. La maternidad llena de gracia de María nos muestra cómo estar llenos de gratitud por todas nuestras figuras maternas, tanto vivas como fallecidas. Podemos honrar a María y seguir su ejemplo de amor agradeciendo sinceramente a nuestras madres por su apoyo. Podemos orar por nuestras madres, por las mujeres embarazadas y, de manera especial, por aquellas madres que contemplan un aborto, para que cambien de opinión. Además, así como María sintió un gran dolor en la crucifixión de Jesús, podemos aprovechar esta oportunidad para atender las heridas de nuestro propio corazón: si hay una ruptura o malentendido con tu madre, o si eres una madre que tiene un conflicto con su hijo, pídele a María su intercesión mientras intentas reparar esa brecha.
María, como nuestra propia madre, siempre escucha nuestras súplicas y alabanzas. Quiere que seamos felices y santos; asimismo, siempre podemos acudir a ella en busca de ayuda. Es así que nos invito a rezar el Memorare cuando necesitemos su apoyo maternal:
Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que hayan acudido a tu protección, implorando tu asistencia y reclamando tu socorro, haya sido abandonado de ti. Animado con esta confianza, a ti también acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante tu presencia soberana. No deseches mis humildes súplicas, oh Madre del Verbo divino, antes bien, escúchalas y acógelas benignamente. Amén.
Por Veronica Szczygiel
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