Los Estados Unidos no llegó a ser excelente por mantener a la gente fuera de sus fronteras. Llegó a ser excelente porque, a través de nuestra historia, manteníamos abierta la puerta a los que buscaban empezar de nuevo, los que buscaban la oportunidad económica y la posibilidad de criar a sus familias en paz y libertad.
Trágicamente, la ley migratoria es anticuada y ya no representa este modelo de visión tan característica de los Estados Unidos. Un país que fue fundado y construido por inmigrantes ahora edifica barreras innecesarias que prohíbe la entrada a Americanos aspirantes y que separa familias. América necesita urgentemente que el congreso pase la reforma migratoria para arreglar un sistema roto que claramente no satisface nuestras necesidades.
Yo soy hijo de inmigrantes. Mis padres vinieron aquí en busca de una vida mejor en los principios del siglo XX, durante una época en que las reglas eran más simples y obtener la ciudanía era más fácil. Hoy en día, es una lucha tremenda para muchas personas que quieren obtener la ciudanía estadounidense. Algunas cuotas arbitrarias, establecidas hace años, dejan poco espacio a los refugiados y proveen pocas oportunidades para los que buscan trabajo, aun cuando empleadores estadounidenses necesitan su ayuda de manera desesperada.
El sistema migratorio quebrado también crea una clase baja permanente de no ciudadanos – personas que inmigraron sin documentación apropiada porque se enfrentaban con dificultades insoportables en su tierra natal. A menudo, al encontrarse obligados a decidir entre o quebrar las leyes migratorias de EE.UU. o mirar a su familia pasar hambre, eligen lo anterior. Imagino que es una elección que muchos de nosotros también escogeríamos al enfrentarnos con la misma situación.
Una vez en los Estados Unidos, no importa lo duro que trabajen o que tanto vivan una vida de respeto por la ley, la política actual de la inmigración no les da una senda a la legalidad. Ellos no pueden avanzar y corregir la trasgresión legal sin perder su sustento y la calidad de vida que sus familias han llegado a conocer.
Esto es especialmente difícil para los niños. Aun los que fueron traídos a los Estados Unidos en la infancia, algunos sin recuerdo ninguno de su lugar de nacimiento ni la habilidad de hablar el idioma del país de origen, se enfrentan con un futuro inseguro en el único país que conocen como su casa.
Muchas veces, los inmigrantes documentados también están tratados de manera injusta por el sistema migratorio. Están forzados a esperar años para el permiso de reunir a su familia. En una nación en que se supone que la santidad de la vida humana y la importancia suprema de la unidad familiar es una de nuestros valores más apreciadas, este hecho es imperdonable.
La Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos se pronunció oficialmente en contra de las políticas de inmigración de “solamente hacer cumplir la ley”, y a favor de una reforma migratoria integral. Es justo y es necesario que los Estados Unidos cambie la política migratoria para crear una senda a la legalidad para los inmigrantes indocumentados y sus hijos. También requerimos políticas más inteligentes que buscan utilizar los talentos y la fuerza de trabajo que ofrecen los inmigrantes creando así más empleos para todos los trabajadores y para hacer a las familias más prósperas.
La Cámara de Representantes de Estados Unidos tiene el poder. Por favor, únanse a mí para asegurar que nuestros representantes en la Cámara sepan que sus electores apoyamos a una reforma del sistema migratorio. Nuestros congresistas deben de escucharnos antes de que termine otra sesión de la Cámara sin la aprobación de un plan de reforma. Tenemos una oportunidad de arreglar nuestro sistema migratorio — no podemos permitir que se nos
escape una vez más.