El tema elegido este año para el Día Mundial de la Salud Mental es la prevención de los suicidios, con especial atención a la situación de los jóvenes. El impacto de las enfermedades mentales, subraya la Organización Mundial de la Salud, aumenta constantemente y al menos una de cada cuatro personas desarrolla un trastorno mental a lo largo de su vida. Entre los principales enemigos de la salud mental destacan las diferentes formas de depresión, que también se encuentran entre las principales causas de los intentos de suicidio.
Según los datos de la OMS, una persona muere de suicidio cada 40 segundos en todo el mundo y por cada víctima hay al menos otras 20 personas que intentan suicidarse sin éxito. Se trata de una emergencia particularmente alarmante en el universo juvenil, ya que el suicidio es la segunda causa más común de muerte entre los 12 y los 29 años de edad (la primera son los accidentes de tráfico). Sólo en 2016, se registraron más de 200.000 muertes por suicidio en este grupo de edad.
El estigma, particularmente en torno a los trastornos mentales y el suicidio, disuade de buscar ayuda a muchas personas que piensan en quitarse la vida o han tratado de hacerlo y, por lo tanto, no reciben la ayuda que necesitan. La prevención del suicidio no se ha abordado apropiadamente debido a la falta de sensibilización respecto del suicidio como problema de salud pública principal y al tabú existente en muchas sociedades para examinarlo abiertamente. En la actualidad, unos pocos países han incluido la prevención del suicidio entre sus prioridades sanitarias, y solo 38 países han notificado que cuentan con una estrategia nacional de prevención del suicidio.
Es importante aumentar la sensibilidad de la comunidad y superar el tabú para que los países avancen en la prevención del suicidio.
“ Recuerde: si piensa que no vale la pena vivir, pida ayuda. No está solo. Le pueden ayudar ”
Si bien el vínculo entre el suicidio y los trastornos mentales (en particular los trastornos relacionados con la depresión y el consumo de alcohol) está bien documentado en los países de altos ingresos, muchos suicidios se producen impulsivamente en momentos de crisis que menoscaban la capacidad para afrontar las tensiones de la vida, tales como los problemas financieros, las rupturas de relaciones o los dolores y enfermedades crónicos. Además, las experiencias relacionadas con conflictos, desastres, violencia, abusos, pérdidas y sensación de aislamiento están estrechamente ligadas a conductas suicidas.
Los suicidios de los jóvenes son una herida que no debe ser subestimada, y por esta razón debemos aprender a reconocer sus señales. “Los adolescentes -dice el psiquiatra Alessio Simonetti, de la comunidad de cuidados Samadi – a veces tienden a expresar sentimientos de pérdida de la esperanza: no ven el futuro y se ponen nerviosos. Al mismo tiempo, existe un aislamiento progresivo”. Una paradoja si pensamos en el mundo hiperconectado en el que vivimos pero que de hecho demuestra la superficialidad de las relaciones que se establecen. “Los jóvenes -continúa el dr. Simonetti- están fuertemente condicionados por el juicio de los demás y desarrollan una sensibilidad extrema capaz de generar una desesperación que puede llevar al suicidio”.
La adolescencia es un periodo de gran fragilidad: los chicos están solos y a menudo no se aceptan. “Si es posible -comenta Monseñor Paolo Ricciardi, obispo delegado de la Pastoral de la Salud de la diócesis de Roma- decirles que no son válidos por lo que hacen o no hacen, o por lo que poseen, sino por lo que son, he aquí que se sienten valorados. Obtenemos respuestas sorprendentes. Basta con estimularlos y escucharlos”. Estar cerca de los familiares de quienes han cometido este acto extremo también puede ayudar a leer la realidad de manera diferente y crear las condiciones para crear un sistema eficaz de prevención.