Obispos mexicanos piden paz y conversión mientras violencia crece

Un cartel de drogas en Culiacán, México, quemó un autobús el 18 de octubre, durante un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad nacional tras la detención de Ovidio Guzmán, hijo del capo del cartel Joaquín "El Chapo" Guzmán. (Foto CNS-Jesus Bustamante, Reuters)

MÉXICO D.F.—La Conferencia Episcopal Mexicana pidió calma y reflexión después de que miembros armados de un cartel de narcotraficantes descendiera en Culiacán y forzara a las fuerzas de seguridad mexicanas a liberar al hijo del convicto jefe del cártel Joaquín Guzmán Loera, conocido como “El Chapo”.

En una declaración del 18 de octubre, un día después de la violencia en Culiacán, la capital del estado de Sinaloa, los obispos ofrecieron oraciones y expresaron solidaridad con las víctimas y sus familias.

“Exhortamos a quienes provocan violencia, muerte y sufrimiento a recapacitar, arrepentirse y convertirse”, dijeron los obispos.

La declaración continuaba, pidiendo a las autoridades “realizar un sobre esfuerzo que reduzca los desbordados índices de violencia que sufre gran parte de nuestro pueblo a lo largo del territorio nacional”.

Y “a todos los creyentes y personas de buena voluntad los invitamos a unirnos para trabajar por la paz, venciendo toda rivalidad, confrontación e intereses particulares”.

La violencia irrumpió en Culiacán el 17 de octubre luego que las fuerzas de seguridad mexicanas detuvieran a Ovidio Guzmán López por la tarde. Hombres armados del cartel de Sinaloa rápidamente rodearon la ciudad, bloqueando carreteras con vehículos en fuego, involucrando a las fuerzas de seguridad en balaceras con armas de fuego y provocando una fuga masiva de una cárcel de la que se escaparon más de 50 reos.

Más tarde se reveló que las fuerzas de seguridad, siguiendo órdenes de altos oficiales del gobierno liberaron a Guzmán para evitar más derramamiento de sangre en la ciudad. Al menos ocho personas resultaron muertas en la violencia y varios soldados fueron retenidos como rehenes por los miembros del cártel.

“Esta decisión se tomó para proteger a los ciudadanos”, dijo el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador el 18 de octubre. “No se puede apagar el fuego con el fuego. La estrategia que se aplicó anteriormente convirtió al país en un cementerio”.

La violencia en Sinaloa —un estado agrario situado sobre la costa del Pacífico, donde el negocio de drogas ilícitas tiene profundas raíces— en el momento está rompiendo récords.

Algunos videos mostrando en las redes sociales a los atemorizados residentes de Culiacán buscando refugio entre ráfagas de disparos y hombres armados pasando impunemente por las calles sacudieron a una nación ya demasiado golpeada.

La violencia dejó a muchos mexicanos preguntándose cómo puede un grupo armado acorralar al estado hasta someterlo.

“Me preocupa el riesgo de un peligro moral”, dijo Patricio Estévez-Soto, estudiante doctoral mexicano en seguridad y leyes criminales en el University College de Londres. “Otros grupos aprenderán de esto. Sabrán que si aterrorizan al público pueden hacer que el gobierno ceda a sus demandas”.

El Chapo fue encontrado culpable en una corte de Estados Unidos al principio de este año y sentenciado a cadena perpetua. Sin embargo, su hijo aún controla el cartel y mostró la fuerza y habilidad de la organización criminal para arrinconar al estado.

La decisión de liberar al hijo desató una intensa crítica de López Obrador, que ha prometido frenar la violencia reduciendo la pobreza y ha avisado a los cárteles de narcotráfico de que se comporten “y piensen en sus madres”.

Pero algunos en Sinaloa dicen que el presidente actuó con prudencia.

“Los sicarios no miden consecuencias, los militares sí”, dijo Rubén Rubio, de Culiacán que trabaja en proyectos sociales en las montañas de Sinaloa. Él calcula que había unos “800 sicarios” obrando en la zona el día que se desató la violencia.

Dos abogados que aseguran representar a la familia Guzmán dieron las gracias públicamente al presidente por la liberación de Ovidio Guzmán y llamaron a López Obrador, “un presidente humano. Un presidente cristiano”.

Mientras tanto, los obispos mexicanos dijeron: “Invitamos a todos a ser sembradores de paz y esperanza, viviendo la justicia, el respeto, el diálogo, la colaboración y la reconciliación”.

Por David Agren