CIUDAD DEL VATICANO—Las soluciones a problemas medioambientales discutidas en el Sínodo de los Obispos para la Amazonía, no deben implicar simplemente a las naciones amazónicas, sino a los países de Europa y Norteamérica, dijeron los obispos.
“Éste es un sínodo especial, pero tiene consecuencias universales”, dijo el obispo Karel Choennie de Paramaribo, Surinam, a reporteros el 22 de octubre.
Muchos de los temas del medio ambiente que han tratado los participantes —incluyendo la destrucción de los bosques, la contaminación de los ríos, la minería rapaz, y especialmente el cambio climático— son problemas comunes en otras regiones tropicales del mundo.
Esos problemas tienen raíces en Norteamérica y Europa, aunque a menudo son agravados por oportunismos políticos y la falta de regularización en los países amazónicos, dijeron los participantes del sínodo.
En sus presentaciones de cuatro minutos durante las dos primeras semanas del sínodo, los participantes describieron cómo las minas, los pantanos y otras empresas de propiedad u operación de compañías de países industrializados desplazan a las comunidades locales, afectando el medio ambiente e irrumpiendo en las vidas de la gente.
El comercio global significa que incluso las decisiones de los consumidores dejan huella en países lejanos. Por ejemplo, la mayor parte de la deforestación de Brasil se debe a la ganadería y la exportación de carne.
La destrucción y los incendios en las selvas secas bajas de Bolivia aumentaron después de que el país firmara un acuerdo que se espera que duplique la exportación de carne a China.
Y la demanda de oro mantiene altos los precios, animando a la minería ilegítima a invadir los territorios indígenas en partes lejanas de la Amazonía. Sus operaciones sin regulación dejan un escenario parecido a un paisaje de cráteres lunares, donde los ríos están envenenados con mercurio y cianuro.
“Nadie puede decir, ‘yo no soy responsable, no es mi culpa'”, dijo el obispo Choennie. “Todos somos responsables”.
Pero éste es un mensaje que la gente en países industrializados no quiere escuchar, dijo a Catholic News Service el obispo Emmanuel Lafont, de Cayena, Guyana Francesa.
Cuando él regresa a Francia de visita, dijo, a menudo encuentra difícil interesar a otras personas, incluso de la iglesia, en los problemas a los que se enfrenta el pueblo indígena en su diócesis.
“Conocen muy poco” sobre la Guyana Francesa, dijo el obispo Lafont. “Viven una vida muy cómoda en comparación con el Tercer Mundo, y no son conscientes —tienen miedo de hacerse conscientes— de que su riqueza se ha construido a través de un proceso colonizador”.
Excepto por la Guyana Francesa, las naciones amazónicas lograron su independencia de los países que las habían colonizado, pero económicamente siguen dependiendo fuertemente de los ingresos de materias primas, tales como minerales, petróleo y madera, y a escala industrial, agricultura y ganadería.
Los habitantes indígenas y pequeños granjeros en la Amazonía son quienes soportan los costos económicos y sociales, dijo Josianne Gauthier, invitada al sínodo, y secretaria ejecutiva de CIDSE, un consorcio internacional de agencias de desarrollo católicas.
“Es colonialismo – se externalizan los costos a otra población que se considera inferior o menos importante”, dijo. “Es una relación unidireccional, en la que tú explotas y vives bien, mientras otros sufren las consecuencias”.
Las personas en lugares como Norteamérica y Europa no siempre ven que “la degradación medioambiental y las violaciones de derechos humanos (en la Amazonía) están conectadas a nuestras conductas, o políticas, o acuerdos comerciales” en otra parte del mundo, dijo.
Eso es porque “tienen miedo de escuchar el punto de vista del otro”, dijo el obispo Lafont.
En Sur África, donde sirvió como misionero por 13 años, “existe un proverbio que dice que cuando los leones cuenten sus historias, la historia de la caza será distinta”, dijo.
La gente empieza a comprender el impacto de sus opciones de consumo y las políticas de sus países cuando se enfrentan directamente con las personas afectadas, dijo.
Los participantes del sínodo que nunca han visto la Amazonía, le han dicho al obispo Lafont que les gustaría visitar su diócesis. La organización de Gauthier lleva a gente de personas como las de la Amazonia a hablar con legisladores en lugares como Europa y Norteamérica
Sin embargo, en última instancia, el Evangelio, la encíclica del papa Francisco “Laudato Si'” y el sínodo están pidiendo una conversión profunda, dijeron los participantes del sínodo. “Europa quiere que los países amazónicos preserven sus bosques, pero no quiere cambiar su estilo de vida. Eso es una enorme contradicción”, dijo el obispo Choennie.
“Esta economía mata”, añadió. “Esta economía es injusta para la generación que sigue”, que heredará las consecuencias del calentamiento global y otros problemas del medio ambiente.
La súplica a la conversión ecológica seguirá resonando después de que el sínodo concluya oficialmente el 27 de octubre, dijeron los participantes.
“No puede terminar aquí”, dijo Gauthier. “Tenemos que llevarlo a nuestros territorios. Tiene que existir solidaridad con lo que está ocurriendo en la Amazonía, y los mensajes tienen que cambiar”.
El obispo Lafont dijo que los católicos “tienen que tomar más en serio la (encíclica) ‘Laudato Si’. Tenemos que promover un cambio en nuestra manera de vivir. Concretamente. Ese será mi mensaje”.
Por Barbara J. Fraser