CIUDAD DEL VATICANO—Los pobres de la Amazonía han demostrado que la creación de Dios debe ser tratada con “no como un medio para explotar sino como una casa que se debe proteger”, dijo el papa Francisco.
El pontífice celebró la Misa del 27 de octubre para marcar el final del Sínodo de los Obispos para la Amazonía, el cual congregó a obispos, sacerdotes y religiosos, y hombres y mujeres, incluso pueblos indígenas, de nueve países amazónicos.
Los participantes del sínodo, algunos con su vestimenta indígena y con tocados de plumas, encabezaron la procesión a la Basílica de San Pedro. Durante el ofertorio, una mujer indígena le regaló al papa una planta.
Su presencia era un recordatorio de comentarios que hizo el papa a un obispo que había hablado despectivamente sobre un hombre indígena que llegó portando un tocado en la Misa de apertura del sínodo el 6 de octubre.
En vez de llevar un báculo adornado con piedras preciosas, el papa llevaba un báculo de madera que el Vaticano dijo que era un regalo del sínodo. Durante la asamblea, los participantes describieron la devastación ambiental y los problemas sociales causados por la minería en la Amazonía.
La homilía del papa Francisco, sobre la parábola del fariseo y el publicano, trazó paralelos a la situación en la Amazonía. También pareció dirigirse a críticos que el sínodo había sido herético.
El fariseo era “la persona más piadosa y devota de aquel tiempo” y el publicano, el “pecador público por excelencia”, dijo el papa Francisco. Pero a los ojos de Jesús, “el que es bueno pero presuntuoso fracasa; a quien es desastroso pero humilde Dios lo exalta”.
El fariseo “está en el templo de Dios, pero practica la religión del yo. Y tantos grupos ilustrados, cristianos, católicos van por este camino”.
Dijo el papa Francisco: “El drama de este hombre es que es sin amor”.
En contraste, la oración del publicano “nace del corazón”, dijo el papa. “Rezar es dejar que Dios nos mire por dentro, es Dios que me mira cuando rezo, rezar es dejarse mirar dentro por Dios, sin fingimientos, sin excusas, sin justificaciones”.
La actitud del fariseo es evidente en aquellos que se creen importantes, que consideran que los demás son “inferiores y de poco valor, desprecia sus tradiciones, borra su historia, ocupa sus territorios, usurpa sus bienes”, agregó.
Las palabras del papa resonaron con los relatos de los observadores indígenas del sínodo, quienes describieron una historia del saqueo de madera, caucho, minerales y otros recursos naturales en la Amazonía. Esa rapacidad ha desplazado a personas de sus tierras y ha estimulado la violencia, incluso la trata de personas y el asesinato de personas que intentan defender sus territorios.
“En este sínodo hemos tenido la gracia de escuchar las voces de los pobres y de reflexionar sobre la precariedad de sus vidas, amenazadas por modelos de desarrollo depredadores”, dijo el papa. Y “el rostro desfigurado de la Amazonia” muestra que los “errores del pasado no han bastado para dejar de expoliar y causar heridas a nuestros hermanos y a nuestra hermana tierra”.
El lenguaje del papa en todo el sínodo ha recordado las palabras de su homónimo, san Francisco, quien alabó a Dios a través de sus hermanos, el viento y el aire, y su hermana, la Madre Tierra.
Sin embargo, la reunión fue fuertemente criticada por algunos grupos católicos que afirmaron que era herética. Los críticos, que estuvieron activos en las redes sociales durante el sínodo, también afirmaron que una imagen tallada de una mujer indígena embarazada que se utilizó durante algunos servicios de oración era un ídolo pagano.
El papa Francisco instó a sus oyentes a “mirarnos dentro y ver si también nosotros consideramos a alguien inferior, descartable, aunque solo sea con palabras”.
“La religión del yo sigue, hipócrita con sus ritos y ‘oraciones’, pero tantos son católicos, se confiesan católicos, han olvidado ser cristianos, ser humanos”, dijo. “Olvidan el verdadero culto a Dios pasa a través del amor al prójimo”.
Dijo que los pobres eran “los porteros del cielo” y “ellos que no se han considerado como dueños en esta vida, que no se han puesto a sí mismos antes que a los demás, que han puesto solo en Dios su propia riqueza. Ellos son iconos vivos de la profecía cristiana”.
Por Barbara J. Fraser