WASHINGTON—Este verano, cuando el congresista Jim McGovern llevó una delegación del congreso estadounidense a El Salvador para estudiar las causas de la migración, él organizó una visita para el grupo al lugar donde estaban enterrados seis sacerdotes jesuitas que influyeron enormemente en su trabajo y en su fe.
Con la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi y otros congresistas, se detuvieron en una zona en el lugar más alto de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas para reflexionar sobre la brutalidad que sufrieron los jesuitas el 16 de noviembre de 1989. A unos pocos pies de donde están enterrados, sus cuerpos fueron encontrados ese día, golpeados y balaceados, tirados boca abajo en un jardín del exterior de su residencia universitaria.
“Creo que fue una visita importante por muchas razones”, dijo McGovern a Catholic News Service (CNS) en una entrevista a comienzos de noviembre. “Es importante para nosotros en el Congreso que estemos en consonancia con lo que los jesuitas defendían y nos pongamos en línea con ese recinto universitario. Realmente, en este momento, siento que todos nosotros tenemos que estar incluso más motivados para retomar el trabajo de ellos y elevarlo, no sólo en El Salvador, sino en Estados Unidos y alrededor del mundo”.
Su trabajo en la universidad jesuita (popularmente conocida como la UCA) era sobre la enseñanza social católica, la que los impulsó a denunciar las violaciones a los derechos humanos, señalar las injusticias contra los pobres, demandar paz para ciudadanos inocentes atrapados en el fuego cruzado de un prolongado conflicto en El Salvador —financiado en gran parte por los Estados Unidos.
McGovern, un demócrata, tenía la esperanza de que el grupo congresional encontraría allí la inspiración que él dice que encontró y que ha guiado sus décadas de servicio como un representante del 2° distrito congresional de Massachusetts.
“Todo el tiempo le digo a la gente que muchas de mis políticas y gran parte de mi forma de pensar, ha sido influenciada por ellos”, dijo, refiriéndose a los jesuitas. “Suelo bromear que cuando estaba tratando de ingresar a la universidad —hace ya tanto tiempo— creo que fui rechazado en cada instituto de educación superior y universidad jesuita que intenté ingresar. Por otra parte, pienso que es probable que haya obtenido una de las mejores educaciones jesuitas que alguien podría probablemente conseguir, debido a mi interacción con los jesuitas en la UCA”.
McGovern llegó a tener contacto con ellos en los años 80 cuando estaba trabajando como parte del equipo laboral del congresista demócrata Joseph Moakley, del 9° distrito congresional de Massachusetts.
McGovern conoció muy bien a los padres jesuitas Ignacio Martín Baró, Segundo Montes e Ignacio Ellacuría, quienes fueron arrastrados desde su residencia junto con sus compañeros jesuitas, los sacerdotes Juan Ramón Moreno, Joaquín López y López y Amando López, y asesinados boca abajo en un jardín de rosas. Su ama de llaves salvadoreña, Elba Ramos, y su hija de 16 años Celina Ramos también fueron encontradas dentro de la residencia.
Ya que la oficina de Moakley estuvo involucrada en el debate sobre ayuda al extranjero, McGovern visitaba con frecuencia a los sacerdotes en sus excursiones a El Salvador, cuyo gobierno de derecha estaba en ese entonces recibiendo mucho dinero de EE.UU., temiendo que si los grupos izquierdistas de allí tomaban el control del poder, eso podría ocasionar un efecto dominó de comunismo en la región.
No parecía importar que el gobierno de El Salvador estuviera directamente atacando a los civiles.
“Cuando fui la primera vez a El Salvador a inicios de los 80, recuerdo que quedé impactado por la brutalidad de las fuerzas armadas salvadoreñas y la indiferencia del gobierno salvadoreño … la brutalidad que estaba ocurriendo todos los días contra gente inocente”, dijo McGovern a CNS. “Y recuerdo que quedé terriblemente impresionado y avergonzado por el rol de mi gobierno en todo esto. Me refiero a que Estados Unidos le dio miles de millones de dólares a las fuerzas de seguridad”.
McGovern más adelante se enteraría —cuando llevó a cabo una investigación sobre el horrible hecho— que fueron esas fuerzas de seguridad las que estuvieron directamente implicadas en los asesinatos de los sacerdotes católicos y sus compañeros.
El reporte de la Comisión Moakley, cuyo trabajo fue detallado en el documental “Enemigos de guerra”, en parte auspiciado por la Campaña Católica de la Comunicación de los obispos de EE.UU., determinó que varios militares salvadoreños de alto rango fueron responsables de los asesinatos y eventualmente resultó en el fin de la ayuda militar de EE.UU. a El Salvador, la cual había mantenido viva la guerra durante años.
“Incluso en el periodo posterior (de los asesinatos de los jesuitas), los Estados Unidos no quería hacer nada al respecto “, recordó McGovern.” Solo queríamos cortar la ayuda. No queríamos castigar a nadie “.
El tiempo que compartió con los hombres asesinados cambió a McGovern y la experiencia lo llevó a regresar en varias ocasiones a El Salvador para honrarlos, algo que hará nuevamente este año, ya que planea estar presente en la universidad para conmemorar el 30 aniversario de sus muertes.
“A principios de la década de 1980, antes de pasar tiempo en El Salvador, antes de conocer a los jesuitas en la UCA … mi fe era, usted sabe, sobre rituales, ir a la iglesia los domingos y eso era todo … No estaba particularmente inspirado”, dijo. “Eso cambió para mí en El Salvador.
“Me di cuenta de que si uno se compromete con ciertos valores, una vida de servicio, si uno se compromete a levantar a los pobres y a estar con los pobres, hay algo en eso que puede ser muy satisfactorio. Te hace sentir como que estás viviendo una vida que vale la pena”.
Las lecciones que dejaron los jesuitas siguen siendo importantes hoy, dijo, particularmente para aquellos que toman decisiones de vida o muerte, incluso en los Estados Unidos.
“Para serle sincero, también voy a buscar un poco de inspiración”, dijo McGovern.
“Si alguna vez hubo un momento en nuestro país, en términos de lo que está sucediendo en el mundo, para empaparse en las enseñanzas y los valores de los jesuitas, es ahora”, continuó.
“En los Estados Unidos, necesitamos renovar nuestro compromiso con la compasión, acabar con la pobreza y apoyar a los pobres, y ser defensores de los más vulnerables”.
De eso se trataba la labor de los jesuitas y lo sigue siendo hoy, dijo, y agregó que se refiere al trabajo de ellos cuando se encuentra en un momento difícil.
“A veces, cuando estoy pasando por un período en el Congreso, cuando me encuentro diciendo, ‘Oh, Dios mío, las cosas están malogradas. ¿Dónde está la esperanza?'”, entonces lee los libros escritos por el padre Ellacuría. “Los miro y vuelvo a encontrar energía, y trato de reenfocarme en lo que realmente es importante”.
Para el congresista, la mejor manera de honrar a los jesuitas es continuar su trabajo.
“Creo que la forma de hacerlo no es solo insistiendo y presionando a los poderes para avanzar, para obtener justicia”, dijo. “Pero también tenemos que seguir sus pasos, nosotros, en la iglesia, en las universidades y en el gobierno. Todos tenemos que estar del lado de los pobres y ser su voz y ser sus defensores, ayudar a levantarlos porque, francamente, eso es lo correcto”.
McGovern estará El Salvador a mediados de noviembre, dijo, “para recordar a mis amigos, los jesuitas, pero también para inspirarme por todo lo que defendían”.
Por Rhina Guidos