CIUDAD DEL VATICANO—Aunque las personas tengan distintos modos de orar o de servir a su parroquia o a los pobres, la iglesia católica necesita laicos, sacerdotes, religiosas y religiosos, parroquias y movimientos laicos que colaboren para poder ser de verdad “católica”, dijo el papa.
Se debe hacer también más para incluir a la mujer en papeles de consejería y gobierno, pero sin reducirlas únicamente a tener un papel “funcional”, dijo hablando el 16 de noviembre a miembros y asesores del Dicasterio para el Laicado, la Familia y la Vida, que estaba celebrando su primera asamblea plenaria desde su creación en 2016.
La tarea de los miembros y asesores del dicasterio es, dijo el papa, ver el mundo a su alrededor, “con el corazón de la Iglesia”, esto es, ir más allá de los propios intereses personales y locales para tener la visión más amplia, “católica” de la iglesia universal y de todo el mundo.
Como madre, la iglesia desea la “armonía entre todos sus hijos y no se enreda en favoritismos o parcialidad”, dijo.
“Por tanto, es siempre importante también para ‘el dicasterio’ proponer modelos positivos de colaboración entre el laicado, los sacerdotes, hombres y mujeres consagrados, entre sacerdotes y fieles, entre organizaciones diocesanas y parroquias, y entre movimientos y asociaciones laicas, entre jóvenes y viejos, para evitar comparaciones y rivalidades estériles y siempre animar a la colaboración fraterna con el objetivo del bien común para la única familia, que es la iglesia”.
La identidad y misión de los fieles laicos implica ser capaces de mirar a los demás como hermanos y hermanas. “Ustedes no son ‘ingenieros sociales’ o ‘eclesiásticos’ que diseñan estrategias para aplicarlas a todo el mundo para difundir cierta ideología religiosa entre los laicos”, dijo el papa.
“Ustedes están llamados a pensar y a actuar como ‘hermanos y hermanas en la fe'”, arraigados en un encuentro personal con Dios, nutridos por los sacramentos, dijo. Ustedes deben tener una vida de oración y de cercanía a Dios, añadió.
El papa advirtió contra la “clericalización” del laicado, indicando específicamente problemas que ha visto entre diáconos permanentes. En Buenos Aires, Argentina, dijo, había una tendencia común a querer convertir a excelentes laicos en diáconos, o a que cuando alguien se convertía en diácono permanente, terminara como un “quiero y no puedo” sacerdote.
Los diáconos son los “guardianes del servicio” en una diócesis, no “monaguillos de primera clase o sacerdotes de segunda clase. Este ‘tema de’ la clericalización es un punto importante”, dijo.
El segundo punto importante, dijo, es no tener miedo de poner a mujeres en papeles de asesoría y gobierno.
Una mujer puede ser jefe de un dicasterio vaticano, dijo. De hecho, dos mujeres estaban en la lista final de candidatos para liderar el Secretariado para la Economía–una posición que se cubrió el 15 de noviembre cuando el papa nombró al padre jesuita Juan Antonio Guerrero.
El papel de las mujeres debe ser algo más que únicamente “funcional”, dijo.
“Lo que es muy importante es el consejo de la mujer”, dijo citando específicamente la perspectiva “enriquecedora” y muy distinta proporcionada por las mujeres que asistieron a la cumbre sobre el abuso el pasado febrero en el Vaticano.
Por Carol Glatz