CIUDAD DEL VATICANO—Al final de su viaje a Tailandia y Japón, el papa Francisco dijo que comprobaba la verdad del refrán, “Lux ex oriente, ex occidente luxus”, o, como tradujo informalmente, “luz viene del este, y el lujo y el consumismo, del oeste”.
Sin querer ser demasiado duro con el oeste, el papa Francisco dijo a los reporteros que regresaban con él el 26 de noviembre, que sí sintió en los dos países asiáticos un concepto distinto del tiempo, y una mayor sensibilidad a la contemplación de lo que encuentra en el oeste.
“Pienso que nosotros los occidentales tenemos que frenar el ritmo un poco”, dijo. La “cultura de la prisa” a menudo significa la pérdida de la capacidad de contemplación y eso, a su vez, significa perder la belleza y la poesía.
El propio viaje del papa Francisco a Japón se retrasó varias décadas.
Durante su estancia del 23 al 26 de noviembre, habló varias veces de cómo, cuando era un joven jesuita, había esperado ser enviado como misionero a Japón. Sus superiores consideraron que, con su historial de problemas pulmonares, no gozaba de suficiente salud.
Así que no hizo el viaje hasta que fue papa, con casi 83 años y a punto de celebrar su quincuagésimo aniversario como sacerdote jesuita.
Con su visita a Tailandia del 20 al 23 de noviembre, antes de ir a Japón, el papa Francisco voló más de 16,000 millas y pronunció unos 20 discursos. Celebró una Misa con un pequeño grupo de sus hermanos jesuitas en Japón y Misas con decenas de miles de personas en estadios de Bangkok y Tokio. Se reunió con el rey de Tailandia y el emperador de Japón y usó como traductores oficiales a una monja que es prima suya y a un jesuita que había sido su alumno.
Lo formal y lo personal se unieron de manera especial el 24 de noviembre cuando visitó Nagasaki e Hiroshima, las dos ciudades destruidas por las bombas atómicas estadounidenses en agosto de 1945.
En Hiroshima, el papa escuchó los testimonios de una anciana y un anciano que eran adolescentes cuando cayeron las bombas. En el vuelo de regreso a Roma, les dijo a los reporteros que esto fue “una verdadera catequesis humana sobre la crueldad, la crueldad”.
Después de la puesta del sol en el Memorial de la Paz de Hiroshima y después de poner un ramo de orquídeas blancas y orar en silencio, el papa dijo: “Con profunda convicción quiero declarar una vez más que el uso de la energía atómica para fines bélicos hoy, más que nunca, es un crimen no sólo contra la dignidad de los seres humanos, sino también contra cualquier futuro posible de nuestra casa común”.
“El uso de la energía atómica para fines de guerra es inmoral, como es inmoral la posesión de armas nucleares”, continuó. “Se nos juzgará por esto. Las futuras generaciones se levantarán para condenar nuestro fallo si hablamos de paz, pero no actuamos para hacerla realidad entre los pueblos de la tierra”.
Mientras que el papa Francisco se describió a sí mismo como “peregrino misionero” y animó a los católicos en ambos países a ser “discípulos misioneros”, dejó claro que no se estaba refiriendo a predicar en las esquinas de las calles o a repartir folletos.
Los discípulos misioneros son expertos en diálogo y testimonio — ambos llevados a cabo con un inmenso respeto por la religión y la cultura de los demás, dijo repetidamente a lo largo del viaje.
Por Cindy Wooden