CEDAR RAPIDS, Iowa—El obispo Thomas R. Zinkula de Davenport, Iowa, era una de 18 personas en la entrada de un edificio federal en Cedar Rapids donde se encontraron en una vigilia, mientras Alejandro Guzmán se presentaba ante los funcionarios del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE.UU., conocido como ICE.
Guzmán, un inmigrante mexicano de 29 años, no es católico, pero agradeció la presencia del obispo Zinkula y otros participantes en la “jornada católica de acción para proteger a las familias e hijos de refugiados” el 27 de noviembre. El Trabajador Católico de la ciudad de Iowa, auspiciador de Guzmán, y Ciudadanos de Iowa para el Mejoramiento de la Comunidad, organizaron el evento.
“Estamos unidos. Estamos en solidaridad. Una sola familia”, dijo el obispo durante una mesa redonda en el Hogar del Trabajador Católico en la ciudad de Iowa que precedió la cita con los agentes de ICE en Cedar Rapids. Nueve inmigrantes actualmente viven en el Hogar del Trabajador Católico, un lugar de hospitalidad que Guzmán y otros encontraron.
El obispo Zinkula ve al papa Francisco como su guía para salir a las periferias al encuentro del otro. El prelado decidió dar su testimonio en una cita con ICE, argumentando que acompañar a Guzmán “es una oportunidad para practicar nuestra fe cristiana católica de amar a nuestro vecino y mostrarle apoyo a lo largo del camino”.
El obispo escuchó atentamente mientras los inmigrantes compartían sus historias uno por uno. La mayoría huyeron de la violencia, el crimen y la pobreza en el triángulo norte de Centroamérica o, en el caso de Guzmán, en México. Dijo que había sido secuestrado y torturado por un cartel de narcotráfico.
Luego de escapar y continuar su ruta hacia Estados Unidos, encontró trabajo en la Costa Oeste, pero una infracción de tráfico resultó en su detención y encarcelamiento en una cárcel de inmigración privada en California. Permaneció allí por 14 meses hasta que un donante pagó la fianza de 25,000 dólares. El Hogar del Trabajador Católico de Iowa estuvo de acuerdo en ser auspiciador de Guzmán, quien también está solicitando asilo.
Una inmigrante hondureña le dijo al obispo que los agentes de ICE arrestaron a su esposo en el edificio federal de Cedar Rapids frente a ella y sus dos hijas adolescentes y después lo deportaron. Una mujer guatemalteca narró una experiencia similar.
Otra mujer salvadoreña dijo que las autoridades la separaron de su esposo en la frontera entre Ciudad Juárez, México, y El Paso, Texas. “Le pido a Dios cada día que nos dé una oportunidad para estar juntos otra vez como familia”, dijo.
“Todos ustedes son hijos de Dios”, dijo el obispo a los presentes. “Merecen ser tratados con dignidad y respeto. Me preocupan mucho, así como a todos en la diócesis”.
“Sean fuertes, sean valientes. Manténganse cerca de Dios y conserven la esperanza”, dijo.
Emily Sinnwell, co-fundadora y administradora de Hogar del Trabajador Católico de la ciudad de Iowa, traducía. Igualmente estaban presentes voluntarios del Trabajador Católico, periodistas y otros que abogan por la justicia para los inmigrantes.
Después de la mesa redonda, David Goodner, co-fundador del Hogar del Trabajador Católico de la ciudad de Iowa, se subió a una camioneta y llevó al obispo Zinkula y 14 colaboradores al edificio de ICE en Cedar Rapids para la cita de Guzmán a las 10 a.m. El agente de ICE que abrió la puerta principal del edificio reconoció al obispo Zinkula, quien previamente sirvió como sacerdote en la Arquidiócesis de Dubuque.
Después de que el funcionario revisara las carteras y bolsos, el grupo se sentó y esperó poco tiempo hasta que un agente de ICE dijera el nombre de Guzmán. Él entró a otro cuarto para el chequeo con la puerta cerrada. Al lado opuesto al área de recepción, una mujer salía por otra salida con dos niños pequeños. Le acababan de quitar su monitor de tobillo (grillete), una buena señal para cualquiera en la sala de espera.
Mientras el grupo esperaba, el padre Guillermo Trevino Jr., un sacerdote de la Diócesis de Davenport, les pidió a todos que oraran un Padrenuestro y un Avemaría. Repitió cada oración en español. Al rato Guzmán salió del otro cuarto, sonriente y mostrando su pierna, de la cual le habían quitado el grillete.
Durante una entrevista ante las cámaras con periodistas, Guzmán expresó su gratitud. “Él se siente muy feliz, muy afortunado de estar con todos ustedes”, dijo el padre Trevino, quien le traducía a Guzmán. “Se siente como una persona muy importante con tanto apoyo”.
“Estamos llamados por Dios a amar a nuestro vecino y servir al pobre”, dijo Maureen Vasile al Mensajero Católico, un periódico diocesano de Davenport.
La voluntaria de El Trabajador Católico y parroquiana de la iglesia Santo Tomás Moro de Coralville, Iowa, dijo que las oraciones y acciones del obispo Zinkula enseñó exactamente la forma de hacerlo.
Por Barb Arland-Fye