CIUDAD DEL VATICANO—En vísperas de cumplir 83 años, el papa Francisco se reunió con un grupo de contemporáneos –aunque muchos eran un poco más jóvenes que él– y les dijo que “la vejez es un tiempo de gracia”.
“A los abuelos, quienes han recibido la bendición de ver a los hijos de sus hijos, se les ha confiado una gran tarea: transmitir la experiencia de vida y la historia de la familia, la comunidad y la gente”, dijo el papa el 16 de diciembre durante una audiencia con miembros de la Asociación Nacional Italiana de Trabajadores de la Tercera Edad.
La asociación representa a los trabajadores con al menos 20 años de antigüedad en una compañía, defendiendo los derechos de los trabajadores mayores y promoviendo el voluntariado a favor de los adultos mayores.
El papa Francisco, quien nació el 17 de diciembre de 1936, les dijo a los miembros de la asociación que los últimos años de uno deben ser “una temporada de diálogo”, porque “el futuro de un pueblo naturalmente da por sentado un diálogo y encuentro entre los jóvenes y viejos para construir una sociedad que sea más justa, más hermosa, que tenga más solidaridad y sea más cristiana”.
Al ponernos más viejos –dijo– “el Señor renueva su llamado en nosotros. Nos llama a preservar y transmitir la fe; nos insta a orar, especialmente a interceder; nos pide que estemos junto a aquellos que están en necesidad”.
“Los mayores, abuelos, tienen una capacidad única y especial para entender la mayoría de las situaciones problemáticas”, prosiguió el papa. “Y cuando ellos rezan por estas situaciones, su oración es fuerte, es potente”.
Al vivir la tercera edad como un regalo y un tiempo para el diálogo –dijo– los mayores muestran lo falso que es “el tradicional estereotipo de los ancianos: enfermos, discapacitados, dependientes, aislados, acorralados por el miedo, olvidados, con una identidad frágil luego de perder su rol social”.
Las personas mayores activas –dijo– también enfrentan un sistema que se enfoca más en “costos y riesgos” que en “recursos y potencial”.
“El futuro –y no es una exageración– yace en el diálogo entre el joven y el viejo”, dijo. “Todos estamos llamados a luchar contra esta venenosa cultura del descarte. Estamos llamados tenazmente a construir una sociedad distinta, una que sea más acogedora, más humana, más inclusiva”, una donde los jóvenes no sean ignorados porque no están trabajando aún y los viejos no sean ignorados porque la gente piensa que sus años financieramente productivos se acabaron.
“Recuerden –les dijo el papa– hablarles a los jóvenes, no ‘machacarles’, no. Al escucharlos, se siembra algo. Este diálogo es el futuro”.
Por Cindy Wooden