Las personas que cruzan fronteras internacionales buscando trabajo a menudo enfrentan una explotación espeluznante y, sin embargo, las personas en los países anfitriones a menudo se encogen de hombros ante esto, dijo una participante de la Conferencia de Obispos de Estados Unidos en una reunión sobre migraciones globales en Quito, Ecuador.
“El tráfico laboral es común y la gente tiende a infravalorar el daño que causa”, dijo Hilary Chester, directora asociada de programas antitráfico humano de Servicios de Migración y Refugiados de la Conferencia de obispos.
“Los migrantes y sus familias invierten en trabajos”, dijo, indicando que, con las cuotas pagadas a los contratantes de trabajo, “comienzan su trabajo ya endeudados, y con visas ligadas a ese trabajo, que no pueden dejar”.
Algunos empleadores sin escrúpulos se aprovechan de la vulnerabilidad de los migrantes “y sin embargo encontramos a personas que dicen que están mejor de lo que estarían en sus propios países”, le dijo Chester a Catholic News Service.
Ella era una de más de 250 líderes cívicos de todo el mundo que asistieron al Fórum Global sobre las Migraciones y el Desarrollo del 21 al 24 de enero. El tema de esta reunión anual–para gobiernos, autoridades globales, empresarios y organizaciones religiosas y civiles–era “Enfoques sostenibles para la movilidad humana: defensa de derechos, fortalecimiento de agencias estatales y avance del desarrollo mediante alianzas y acción colectiva”.
La gente se ve privada de servicios básicos de salud y educación a causa de una creciente criminalización de la migración, dijo Stephane Jaquemet, director de políticas de la Comisión Internacional Católica de Migraciones y jefe de la oficina de la sociedad civil coordinadora del fórum.
“Animamos a los gobiernos a ser inclusivos” para que los migrantes puedan recibir servicios básicos sin importar su estatus, dijo, indicando que en lugares en que los maestros están obligados por ley a notificar sobre migrantes indocumentados, los padres no inscriben a sus hijos en la escuela.
“En crisis humanitarias agudas, la gente debe ser tratada según sus necesidades”, dijo Jaquemet en una entrevista telefónica el 24 de enero. “Tanto si alguien es una figura política opositora o una mujer que ya no puede alimentar a sus hijos, la dignidad fundamental de todo ser humano es lo importante, no las distinciones artificiales entre refugiado y migrante”, dijo.
Muchos participantes en el fórum eran migrantes, dijo Jaquemet, indicando que “es esencial que no suplantemos la voz de los migrantes”.
Chester dijo que los migrantes hablaron a otros participantes sobre los riesgos de sus travesías.
“Hablaron sobre quienes no alcanzan a llegar al otro lado, los que se pierden por el camino sin que nadie los busque”, dijo.
El único objetivo de muchos migrantes es enviar dinero a sus familias, añadió.
“Se sitúan ellos mismos en segundo lugar, lo cual los hace susceptibles a la explotación por parte de los empleadores, pero también a una pérdida de autoestima y crítica de los miembros de la familia cuando las contribuciones son escasas”, dijo Chester.
“La migración es un fenómeno, pero también (estamos hablando de) personas”, dijo. “Es espeluznante–las cantidades de personas que mueren en estos viajes y la criminalización de la migración”.
Jaquemet dijo que los países con buenas políticas de inclusión ven una disminución de ataques racistas y xenófobos. La inclusión significa “aceptar a los migrantes con todas sus diferencias y trabajando con las autoridades para hacerlos parte de las comunidades locales”, dijo.
“Mientras no haya políticas para incluir a los migrantes, cualquier intento de luchar contra la xenofobia será inútil”, dijo Jaquemet.
Al mejorar los servicios para todos, especialmente los pobres, las autoridades locales pueden asegurar “que no confrontan a unos contra otros”, dijo.
Por ser Ecuador el anfitrión de la reunión, la migración de Venezuela donde “las condiciones están empujando a la gente a salir”, fue un importante tema de discusión, dijo Jaquemet.
Más de 4 millones de personas han salido de Venezuela huyendo de una hambruna generalizada, bajos salarios, servicios básicos deficientes, y falta de seguridad. La mayoría están en América Latina y el Caribe, con Colombia, Perú, Chile, Ecuador y Brasil como países anfitriones para miles de venezolanos.
Las parroquias y agencias de ayuda católicas, incluyendo los Servicios de Refugiados Jesuitas y Cáritas “trabajan a diario con los migrantes, proporcionando los servicios que no da el estado”, dijo Jaquemet, indicando que muchos representantes de la iglesia estaban presentes en la reunión.
La “gran mayoría de la gente a quien ayudamos no tiene dinero ni documentos”, dijo Cristina Pancho, coordinadora de movilidad humana para Cáritas Ecuador.
“No pueden pagar pasaportes”, dijo, indicando que un pasaporte en Venezuela cuesta unos $1,000.
“Sin documentos, no pueden solicitar visados, ni hacer ningún tipo de trabajo” en Ecuador, dijo Pancho, cuyo equipo proporciona asistencia legal, psicológica y humanitaria a los migrantes.
Los Scalabrinianos presentes en la reunión compartieron sus experiencias de trabajo con migrantes, dijo el padre Claudio Gnesotto, presidente de la Agencia para la Cooperación y Desarrollo Scalabriniana ubicada en Roma.
“Nuestro objetivo es hacer que todo migrante se sienta en casa dondequiera que esté”, dijo, indicando que “hacemos todos los esfuerzos posibles por construir una sociedad inclusiva”.
“El enfoque principal es ayudar a los gobiernos a comprender que todo migrante es, en primer lugar, un ser humano con unos derechos y una dignidad que deben ser respetados”, dijo el padre Gnesotto.
Por Bronwen Dachs