El Vaticano anunció el 22 de febrero que el papa Francisco reconoció el martirio de un jesuita, el padre salvadoreño Rutilio Grande, y dos compañeros que fueron asesinados mientras iban a una novena en 1977 en El Salvador.
Reconocimiento papal de martirio abre camino para la beatificación de los tres, aunque el Vaticano no anunció una fecha para la ceremonia. Durante una conferencia de prensa el 23 de febrero, el arzobispo José Luis Escobar Alas de San Salvador dijo que lo probable es que “posiblemente será aquí, en El Salvador” y será pronto, “dentro del año, que es cuestión de meses”.
“El anuncio de la beatificación del padre Rutilio Grande se ha esperado por muchos años”, le dijo a Catholic News Service la Hermana de Misericordia Ana María Pineda, familia del padre Grande. “Hoy se recibe las noticias con jubileo y gozo. Que un hombre de principios tan humildes sea reconocido por su entrega a Dios, su amor por los pobres, y sus esfuerzos para lograr la justicia, es ejemplar”.
El padre Grande fue asesinado el 12 de marzo de 1977 cerca de su pueblo natal de El Paisnal en una zona rural de El Salvador, después de que se le disparó una docena de veces o más mientras viajaba junto con dos feligreses: el adulto Manuel Solórzano y el adolescente Nelson Rutilio Lemus, que lo acompañaban en rumbo a una novena para la fiesta de San José. Los cuerpos de los tres fueron encontrados en un Jeep que había volcado con el sacerdote en el timón.
Aunque nació en la zona rural de El Salvador, el padre Grande se fue de allí joven, y fue educado como miembro de la Compañía de Jesús principalmente en España, Bélgica, y otras partes de América Latina, pero después regresó para trabajar entre las masas pobres y rurales de su país natal y llegó a identificarse con los campesinos de la zona. Organizó equipos misioneros que enseñaban a los campesinos a leer usando la Biblia, pero también ayudaron a las masas rurales a organizarse como obreros ante una minoría rica y poderosa que les pagaba salarios injustos y también a discutir entre ellos sobre las condiciones sociales que sufrían simplemente porque eran pobres.
Con un equipo de misioneros jesuitas y agentes pastorales laicos, el padre Grande, párroco de una iglesia en el pueblo vecino de Aguilares, evangelizó una amplia zona rural en El Salvador desde 1972 hasta su asesinato. Como sucedió en el caso de la muerte de sus amigos campesinos, y de decenas de miles de otros salvadoreños, su asesinato sigue impune.
“Su muerte en compañía de Manuel y el joven Nelson Rutilio demuestra su solidaridad con los más necesitados de su querido país”, dijo la Hermana Pineda, una teóloga y profesora en la Universidad Santa Clara en California, quien escribió “Romero y Grande: Compañeros en el camino”.
El libro explora la vida del padre Grande y su amigo íntimo, el arzobispo de San Salvador, el ahora san Oscar Arnulfo Romero, canonizado en 2018. San Romero también murió asesinado durante un acto violento mientras celebraba Misa tres años después, el 24 de marzo de 1980.
Algunos dicen que cuando murió el padre Grande, san Romero tomó el manto de defensor de los pobres, y otros, incluso el papa Francisco, creen que el asesinato del padre Grande llevó a Romero a un momento de conversión para el arzobispo conservador, quien más tarde se le llegó a conocer como la voz de los sin voz, y amigo de los pobres.
Otros creen que san Romero ya iba en camino a la conversión por haber sido testigo de la opresión, maltrato y crímenes contra campesinos cuando sirvió como obispo en una zona rural de El Salvador.
El padre Grande y sus compañeros serán beatificados sin que se les atribuya un milagro, aunque en el pasado se dice que el papa Francisco ha dicho que el primer milagro del jesuita fue Romero.
El reconocimiento oficial del martirio significa que el padre Grande y sus compañeros serán beatificados sin que se les atribuya un milagro, aunque se ha dicho que el papa Francisco, en el pasado, ha dicho que el primer milagro del padre Grande fue la conversión de san Romero.
La beatificación es un paso antes de la santidad. Para que el padre Grande y sus compañeros sean canonizados, se debe atribuir un milagro a su intercesión.
“Para mí la beatificación de Rutilio significa que toda la iglesia perseguida latinoamericana y salvadoreña está siendo reconocida”, le dijo a CNS el obispo salvadoreño Monseñor Oswaldo Escobar Aguilar de la Diócesis de Chalatenango. “Su compromiso con Medellín, su compromiso por los pobres, sobre todo con los campesinos que estaban siendo muy maltratados en la región de Aguilares, donde él trabajaba, pues le va a llevar a ser un Jesus en aquella tierra”.
La conferencia de 1968 en Medellín, Colombia, adaptó las enseñanzas del Concilio Vaticano Segundo a las necesidades de la iglesia latinoamericana, enfatizando el cuidado pastoral para las mayorías pobres de la región. El padre Grande, junto con muchos otros, siguió esa dirección con su ministerio entre los campesinos y eso lo llevó a hablar públicamente en contra de la opresión.
“La beatificación de Rutilio es una alegría para todos, para los campesinos, para los oprimidos, para los que vivieron la violencia”, dijo Monseñor Escobar, quien sirve en una zona rural. “Y como a mí me gustó decir cuando canonizaron a Romero, Romero no fue solo al cielo. Detrás de Romero iban todos los mártires, todos los asesinados y perseguidos. De igual manera con Rutilio … no va a ser beatificado solo, sino que con los dos laicos …compañeros mártires también”.
A pesar de las difamaciones difundidas sobre el sacerdote jesuita por los medios de comunicación en El Salvador en ese tiempo, la verdad sobrevivió y se le reconoce por su compromiso como pastor comprometido con su pueblo, dijo el obispo. Igual que a san Romero, algunos acusaron falsamente al sacerdote de ser un subversivo y guerrillero.
Para otros, la pronta beatificación es un asunto personal. Ana Grande, sobrina del jesuita quien trabaja como ejecutiva en una organización sin fines de lucro en California, dijo que se sintió emocionada por la noticia y esperaba que a través de la intercesión del futuro beato Grande, sus compañeros y san Romero, el país de El Salvador, que todavía sufre de gran violencia, corrupción, pobreza y otros problemas sociales, sanará y el evento llevará esperanza y una renovación de fe.
“Por años, hemos rezado para que la beatificación de nuestro tío, el padre Grande, llegue en un momento para alentar a nuestra comunidad salvadoreña, a seguir alzando sus voces”, le dijo a CNS a través de un mensaje por Twitter. “Solo puedo imaginar la fiesta que tendrán Romero y Rutilio, al unirse en la comunión de los santos”.
Por Rhina Guidos