ROMA—Las cenizas no sólo simbolizan la frágil mortalidad sino también son un recordatorio del infinito amor de Dios por sus hijos, a quienes creó de las cenizas, dijo el papa Francisco.
Mientras los hombres y mujeres son sólo “polvo en el universo” comparados con las galaxias y el espacio, “somos por eso un precioso, destinado a la vida eterna” con Dios, dijo el pontífice el 26 de febrero al celebrar la Misa e imponer las cenizas al inicio de la Cuaresma.
“Pues Cuaresma no es un tiempo para sermones innecesarios, sino para reconocer que nuestras insignificantes cenizas son amadas por Dios”, dijo. “Es un tiempo de gracia, tiempo para acoger la mirada amorosa de Dios sobre nosotros y, sintiéndonos mirados así, cambiar de vida. Nos puso en este mundo para caminar de las cenizas a la vida”.
Después de una breve oración en el Monasterio Benedictino de San Anselmo, el papa Francisco caminó en la tradicional procesión del Miércoles de Ceniza hasta la cercana Basílica de Santa Sabina de los Dominicos, en el Monte Aventino de Roma, hacia la Misa.
Al papa le impuso las cenizas en su cabeza el cardenal Jozef Tomko, cardenal titular de la basílica, de 95 años, quien hizo lo mismo con los cardenales presentes, con los benedictinos de San Anselmo, dominicos de Santa Sabina y algunos laicos.
En su homilía, el papa dijo que la imposición de las cenizas en la frente es un recordatorio de que aunque la humanidad es simplemente polvo en la tierra, puede también convertirse en una maravilla “si nos dejamos moldear por las manos de Dios”.
“Y aún así, especialmente en las dificultades y la soledad, solamente vemos nuestro polvo. Pero el Señor nos anima: lo poco que somos tiene un valor infinito a sus ojos. Ánimo, nacimos para ser amados, nacimos para ser hijos de Dios”, dijo.
Los cristianos estamos llamados a evitar “las fugaces realidades de este mundo”, las cuales finalmente se vuelven polvo y abrazan la vida que Dios desea darles, dijo.
Si una persona sólo vive para hacer dinero o divertirse, hacer prestigio o una carrera, esa persona está “simplemente sigue mirando el polvo”, dijo el papa.
“No estamos en el mundo para esto”, dijo. “Valemos mucho más, vivimos para mucho más: para realizar el sueño de Dios, para amar”.
Las cenizas también son un recordatorio del “polvo de muerte” producto de la guerra y de “las vidas reducidas a cenizas”, incluyendo las vidas de aquellos que no son acogidos, los pobres y “los ancianos descartados”.
“Seguimos destruyéndonos, volviéndonos de nuevo al polvo”, dijo el papa. “Incluso en la iglesia, la casa de Dios, hemos dejado que se deposite tanto polvo, el polvo de la mundanidad”.
El fuego del amor de Dios –agregó– es generalmente extinguido por “las cenizas de la hipocresía”, especialmente entre los cristianos que realizan actos de caridad, oran o ayunan “solamente para ser estimados, para aparentar, para alimentar nuestro ego”.
“Cuántas veces nos decimos cristianos y en nuestro corazón cedemos sin problemas a las pasiones que nos esclavizan. Cuántas veces predicamos una cosa y hacemos otra. Cuántas veces aparentamos ser buenos por fuera y guardamos rencores por dentro. Cuánta doblez tenemos en nuestro corazón… Es polvo que ensucia, ceniza que sofoca el fuego del amor”, dijo el pontífice.
Dijo que la Cuaresma “es un tiempo de curación” y contemplando el crucifijo y el sacramento de la penitencia, los cristianos pueden recibir el amor de Dios que perdona, el cual “consume las cenizas de nuestro pecado”.
“El abrazo del Padre en la confesión nos renueva por dentro y limpia nuestro corazón”, dijo el papa. “Dejémonos amar para amar. Dejémonos levantar para caminar hacia la meta, la Pascua. Tendremos la alegría de descubrir que Dios nos resucita de nuestras cenizas”.
Por Junno Arocho Esteves