SANTA CRUZ, Bolivia—El arzobispo de Santa Cruz, monseñor Sergio Alfredo Gualberti Calandrina, pidió solidaridad cuatro días después de que una paciente de coronavirus no fuera admitida en varios centros médicos de la ciudad oriental boliviana.
Personal de los hospitales dijeron que estaban abrumados y no podían manejar el caso, según los informes de noticieros bolivianos. La mujer de 65 años, que había sido transportada a Santa Cruz desde la ciudad de San Carlos, era uno de los tres casos de coronavirus conocidos en el momento; para el 17 de marzo, el número había ascendido a 11. A la mujer se le dio refugio en un edificio del gobierno regional.
A medida que la pandemia del COVID-19 empezaba a extenderse por América Latina, los líderes eclesiales de otras partes empezaron a entrar en acción. El arzobispo Gualberti llamó a quienes le escuchaban a “seguir el camino de la mujer samaritana y del pueblo israelita en el desierto, a beber el agua viva de Jesús”.
En una homilía del 15 de marzo acerca del evangelio sobre el encuentro de Jesús con la samaritana en el pozo, dijo que “el agua de vida” es especialmente urgente “en este clima de incertidumbre y temor a causa de la pandemia global del coronavirus que también afecta a nuestro país”.
“Acontecimientos como los de los últimos días, bloqueos de hospitales y caminos para impedir la admisión de hermanos y hermanas afectados por el virus no se deben dar de nuevo”, dijo el arzobispo Gualberti. “Estos actos, además de ser crímenes, son pecados graves ante Dios”.
El arzobispo urgió a los bolivianos a seguir las directivas dadas por las autoridades gubernamentales para enfrentar la emergencia de salud, diciendo que todos, deben dar una “absoluta prioridad a la lucha contra este virus contagioso y maligno”.
Llamó a los fieles a “obrar con misericordia, con un espíritu de fraternidad y de deseo de servicio, sin temor a los sacrificios, siguiendo el ejemplo del Señor”.
Bolivia había confirmado 11 casos de coronavirus el 17 de marzo y ha suspendido los vuelos de algunos de los países más afectados del mundo, en un esfuerzo por contenerlo.
La pandemia llega encima de una crisis política sobre unas elecciones disputadas el año pasado que dividieron al país y forzaron al exilio al presidente Evo Morales, primero en México y luego en Argentina.
En Ecuador, el 14 de marzo, la conferencia episcopal anunció que todas las Misas y actividades parroquiales y diocesanas, incluyendo las procesiones de Semana Santa Pascua quedaban canceladas en cumplimiento de la orden gubernamental de limitar reuniones públicas y tránsito.
Dos días más tarde, los obispos mexicanos anunciaron la suspensión de las Misas dominicales debido a COVID-19. Las actividades y retiros parroquiales también se cancelaron. Las iglesias permanecerán abiertas para la oración y adoración, aunque los sacerdotes celebrarán la Misa en privado, con las liturgias retransmitidas por internet.
En otras partes de Latinoamérica, los obispos de Costa Rica suspendieron todas las procesiones de Semana Santa y Pascua. En Chile, las celebraciones dominicales continuaron y la conferencia episcopal animó a los prelados a evaluar si se debieran llevar a cabo otras actividades. La arquidiócesis de Puerto Montt, en el sur de Chile, canceló todos los acontecimientos que congregan a más de 200 personas, incluyendo la Misa de comienzo del año escolar. Una peregrinación programada de una imagen de Nuestra Señora de Fátima, de Portugal, se canceló.
Los obispos uruguayos suspendieron todas las actividades eclesiales, incluyendo las Misas por dos semanas comenzando el 15 de marzo. Las iglesias se mantendrían abiertas para visitas, pero se pedía a los fieles que “evitaran las muchedumbres”.
Los obispos de Paraguay publicaron una carta pastoral el 11 de marzo cancelando todas las actividades eclesiales públicas, incluyendo las Misas dominicales, hasta el 14 de marzo. Las confesiones privadas y las visitas para administrar el sacramento de la Unción todavía se podrían programar. “Los invitamos a practicar el ayuno y abstinencia como de costumbre”, escribieron los obispos. “Llamamos a la gente a la conversión, a evitar comentarios pesimistas, alarmistas, falsos y difamatorios. También exhortamos a la compasión para cuidar de la vida y la salud de todos con respeto y caridad”.
Los obispos colombianos no suspendieron las Misas, pero animaron a las personas de más de 70 años a quedarse en casa. Urgieron a los sacerdotes y los fieles a practicar una buena higiene, recibir la comunión en la mano y no participar en las liturgias si estaban enfermos. Se animó a los sacerdotes a llevar mascaras al escuchar confesiones y visitar a los enfermos.
En Guatemala, los líderes eclesiales deben informar a las autoridades de la salud acerca de cualquier actividad que implique a más de 150 personas. “Difundir noticias falsas sobre este asunto constituye pecado grave”, añadieron en una declaración. “La confianza en Dios nos debe animar a intensificar nuestra oración en estos días en los que la epidemia, que a veces pareciera algo solamente del pasado, nos demuestra que somos frágiles y sujetos a situaciones fuera de nuestro control”.