Durante la pandemia, sacerdotes trabajan para unir a difuntos y familias

Un sacerdote bendice los ataúdes de dos víctimas de la enfermedad del coronavirus durante una ceremonia de entierro en Cisternino, Italia, el 30 de marzo de 2020. (Foto CNS-Alessandro Garofalo, Reuters)

ROMA—Cuando el padre Mario Carminati fue a bendecir los restos de uno de sus feligreses, llamó a la hija del difunto por WhatsApp para rezar juntos.

“Una de sus hijas está en Turín y no pudo estar presente”, dijo el padre Mario, según reportó la revista católica Famiglia Cristiana el 26 de marzo. “Fue muy emotivo”, ya que ella pudo rezar con nosotros a través este servicio de mensajería, añadió el párroco de Seriate, cerca de Bérgamo.

El padre capuchino Aquilino Apassiti de 84 años, quien sirve como capellán de un hospital en Bérgamo, dijo a la revista que él dispone su teléfono móvil cerca del difunto para que el ser querido del otro lado de la línea pueda rezar con él.

Los padres mencionados, son solo algunos de los muchos sacerdotes y religiosos que intentan unir, pese a la distancia forzada, a las personas que han muerto por el COVID-19 con las personas que dejan atrás. La Diócesis de Bérgamo ha establecido un servicio especial, “Un Corazón que Escucha”, donde las personas pueden llamar o enviar correos electrónicos para recibir apoyo espiritual, emocional o psicológico de profesionales capacitados.

Con los funerales prohibidos en todo el país, los sacerdotes también ofrecen la bendición y un lugar digno de descanso temporal antes de la cremación de los fallecidos.

Por ejemplo, el padre Carminati puso a disposición una de las iglesias de su área para los restos de 45 personas en espera de ser cremados. Debido a que el único crematorio en Bérgamo ha sido incapaz de manejar la cantidad de muertos que se presentan cada día, se desplegaron convoyes de camiones del ejército para llevar a los muertos al crematorio más cercano que se encuentra a más de 100 millas de distancia.

Con los bancos empujados hacia las paredes laterales de la iglesia de San José, el padre Carminati y un asistente caminaban hacia delante y hacia atrás de la iglesia rociando agua bendita sobre los ataúdes, como se mostró en un video publicado por el diario italiano Il Giornale.

Es mejor que los ataúdes estén en la iglesia esperando su transporte a que estén en un almacén, porque “al menos acá rezamos por ellos, y aquí ya están en la casa del Señor”, dijo el padre Carminati en el video emitido el 26 de marzo.

Después que los ataúdes salen de la iglesia para ser transportados a ciudades más al sur, otros llegan a tomar su lugar cada día.

Los 45 cuerpos que el padre Carminati había bendecido fueron recibidos más tarde por funcionarios de la iglesia y la ciudad, cuando llegaron para su cremación a la provincia de Ferrara. El padre Daniele Panzeri, el alcalde Fabrizio Pagnoni y el mayor Giorgio Feola de la policía militar oraron por los difuntos a su llegada, mientras que dos oficiales, cubiertos con máscaras médicas, sostenían un arreglo floral de orquídeas, informó Bérgamo News el 26 de marzo.

Después de la cremación, las cenizas de los 45 muertos, y otros 68 fallecidos, fueron llevadas nuevamente a Bérgamo, donde fueron bendecidas por el obispo Francesco Beschi durante una ceremonia solemne con el alcalde de la ciudad, Giorgio Gori, y oficiales de policía locales.

Para ayudar a llenar el vacío de la ausencia de servicios funerarios o las reuniones públicas para llorar y rezar por los difuntos, el obispo Beschi invitó a toda la provincia de Bérgamo el 27 de marzo a una transmisión televisiva y en línea desde el cementerio de la ciudad para tener un momento de oración y recordar a los que habían muerto.

El cardenal Crescenzio Sepe de Nápoles también visitó el cementerio principal de su ciudad el 27 de marzo para bendecir y rezar por los difuntos. Ese mismo día al atardecer, el papa Francisco celebró un momento de oración a nivel mundial desde la plaza de San Pedro, que se encontraba completamente vacía.

Cifras oficiales de la Agencia Nacional de Protección Civil muestran que más de 8,000 personas murieron en Italia por el COVID-19 hasta el 26 de marzo, con picos a mediados del mes entre 620 y 790 muertes por día.

Sin embargo, los funcionarios oficiales en la región del norte de Lombardía han informado que el número de muertes relacionadas al COVID-19 podrían ser hasta cuatro veces mayor, debido a que las cifras oficiales solo cuentan a aquellos individuos a quienes se les ha realizado la prueba para el coronavirus.

Los funcionarios de la ciudad, que han estado registrando todas las muertes, no solo aquellas atribuidas al COVID-19, han señalado el alto número anómalo de personas que mueren en sus casas o en hogares de ancianos por neumonía, insuficiencia respiratoria o paro cardíaco, a quienes no se les realizó la prueba para el coronavirus.

Por ejemplo, Francesco Bramani, el alcalde de la pequeña ciudad de Dalmine, dijo al periódico L’Eco di Bérgamo, el 22 de marzo, que la ciudad había registrado 70 muertes, de las cuales solo dos estaban oficialmente relacionadas con el coronavirus. Durante el mismo periodo el año pasado, se habían registrado un total de 18 decesos en Dalmine.

Mientras el personal del hospital lucha por la vida de sus pacientes, en las funerarias, los trabajadores están luchando con el número masivo y no reportado de muertos.

Alessandro Bosi, secretario de la federación italiana de agencias de servicios funerarios, dijo a la agencia de noticias Adnkronos, el 24 de marzo, que los trabajadores de las funerarias del norte de Italia no tienen la protección personal y los desinfectantes necesarios para transportar a los fallecidos.

Una de las razones por las que el transporte de fallecidos ha sido un problema en ciertas áreas del norte, no solo influida por el aumento del número de muertes, se debe a que muchos trabajadores y empresas enteras han sido puestos en cuarentena.

“Entonces, en lugar de operar 10 empresas, solo hay tres trabajando, y esto hace que el trabajo sea más difícil,” es por eso por lo que el ejército y otras personas fueron llamadas para ayudar, dijo Bosi.

“Si bien es cierto que ocupamos el segundo lugar (en el campo de atención médica), ¿qué pasa si todos los que trasladamos a los fallecidos nos enfermamos?”

Cuando se le preguntó en una entrevista con Vice.com acerca de cómo las familias están manejando la difícil situación de no poder celebrar un funeral para sus seres queridos, Bosi dijo que la gente ha sido increíblemente responsable y colaborativa.

“Las familias, a las que se les ha negado un servicio funerario, entienden que las órdenes son las apropiadas y que los servicios se han pospuesto para evitar situaciones que podrían empeorar el contagio”, dijo en la entrevista del 20 de marzo.

Muchas personas han hecho arreglos con servicios funerarios y sacerdotes para celebrar simbólicamente al difunto cuando este tiempo de emergencia haya terminado.

Por Carol Glatz