WASHINGTON—Antes de salir para su trabajo, Juan Vásquez se reúne con su esposa Tanya Granillo de Vásquez y su hijo de un año Robert, y la pequeña familia reza antes de que el salga para su trabajo.
“La fe es lo más importante en este momento”, dijo la esposa, Tanya. “Damos gracias y luego pedimos protección, hablamos a Dios, a la Virgen y Espíritu Santo. … Pedimos que así como va, así regrese a casa, junto a su familia que lo espera”.
En la era del coronavirus, los trabajadores de tiendas de abarrotes como Juan Vásquez, de Uniondale, Nueva York, se han convertido en héroes en todo el mundo, la única línea con el mundo exterior para muchos, y los que mantienen el acceso rápido a alimentos y productos esenciales para la supervivencia diaria, un rol poco notable, así como el de los trabajadores agrícolas, hasta que el virus situó al mundo en cuarentena.
Era un trabajo que nunca antes había parecido peligroso hasta la llegada del coronavirus.
“No solo están exponiendo sus vidas para ayudar a otras personas, sino que también están haciendo todo lo posible para no exponer a sus familias”, dijo Tanya Vásquez en una entrevista por audio de WhatsApp el 28 de marzo con Catholic News Service.
Como Juan y Tanya son católicos y tienen una devoción especial por María, le piden por su intercesión, no solo para mantener al jefe de la familia libre del COVID-19, y la enfermedad que este virus produce, sino para la protección de toda la familia. La oración y la fe son las únicas armas para sobrellevar el dolor y la ansiedad que se presentan día a día y que se han convertido en parte de su rutina diaria, dijo Tanya.
“Créame, siento que lo estoy discriminando”, señaló Tanya Vásquez. “Pero se tiene que hacer”.
Cada noche cuando Juan regresa a casa del trabajo, Tanya lo hacer poner sus zapatos dentro de una bolsa antes de subir por la escalera y camina a su departamento en calcetines, en rumbo directamente a la ducha, haciendo que previamente ponga la ropa usada de ese día dentro de otra bolsa y la cierra rápidamente, “luego se ducha durante unos 30 minutos”, agregó la esposa.
“Me da una tristeza enorme porque a veces el niño lo espera por la ventana y lo ver desde allí”, dijo. “Salta y salta cuando lo ve, pero ahora Juan no puede ir directamente hacia él, ni hacia mí. Ni abrazos, ni besos. Nada. Directamente a la ducha”.
Se ha convertido en una experiencia casi sombría, llena de preocupaciones por la posibilidad de dejar entrar los peligros actuales del mundo exterior, además del cambio en la rutina habitual para un niño que es apegado a su padre. Pero una vez que termina de darse una larga ducha, su esposo “comienza la normalidad” con su hijo, y juegan o ven televisión, dijo Tanya de Vásquez.
“Es una situación bien complicada y la gente no entiende la angustia”, dijo.
Es una angustia que dura todo el día. Incluso durante su descanso de trabaja. Antes el momento que no era de gran novedad, ahora puede ser motivo de preocupación, dijo Tanya. A veces, cuando le llama, Juan le cuenta detalles, diciéndole que el mercado está lleno de personas ese día, o su esposo le menciona estar nervioso porque alguien lo tocó, alguien se acercó demasiado y le haló la ropa para preguntar por algún producto, añadió.
Tanya de Vásquez comentó que lamenta haber escuchado la información que las autoridades dieron a un inicio sobre no comprar máscaras, ni acumular material de protección. De no haber sido así, los habría comprado para su esposo, ahora un “trabajador esencial”, desde un principio, lo que hubiera hecho que sus preocupaciones fueran menos.
Sin embargo, la información siguió cambiando, dijo, y a medida que salieron más datos, los materiales que podría haber comprado para ofrecer algún tipo de protección a su esposo, por su diario contacto con personas, se agotaron.
Afortunadamente, la tienda donde trabaja Juan ofreció guantes a los trabajadores. Y gracias a que Tanya sabe coser, se buscó formas para hacer una máscara que él usa ahora. A pesar de que tal vez no ofrezca la protección que ella preferiría, señaló la esposa.
“Dijimos que no queríamos acaparar, porque creíamos lo que decían. Fue un error”, dijo. “Y luego las cosas realmente se salieron de control”.
Irónicamente, debido a que su esposo trabaja en un mercado, discutieron sobre no acaparar alimentos y otros materiales para que hubiera suficiente para todos. Eso también funcionó en su contra. Entonces, él está atento a algunos artículos que son escasos y los adquiere si los ve en rumbo a casa. Pero todavía se niegan a acumular, dijo Tanya.
“Así toca”, dijo.
Sin embargo, todavía tiene fe en que la intercesión divina le ayudará a la familia a pasar este momento, sin importar el resultado. No obstante, el temor inminente de que su esposo contraiga el virus y, aún peor, lo lleve a casa, es constante.
Económicamente, la familia no podría sobrevivir sin el trabajo de Juan, señaló la señora Vásquez. Esto es una realidad difícil de asimilar porque no quisiera nada más que ver a su esposo disfrutar el tiempo con la familia, como otros, particularmente con su hijo, que estaría “feliz” de tener a su padre en casa. Otros, sin embargo, tienen esa bendición, dijo.
“Esto es bien complicado”, mencionó. “Ver a otras personas guardaditas en su casa mientras que otros no pueden. Para mí, las personas como mi esposo, y estoy hablando de muchas personas, son héroes porque están arriesgando sus vidas”.
“Y luego hay gente caminando por la calle (sin una buena razón), sin conciencia, mientras que otros se ven obligados a dejar a sus familias para ayudar”, agregó. “Si tienen la bendición de tener tiempo libre, todo lo que pido es que se den cuenta que, durante su paseo, podrían contraer el virus y dañar a otros. Les pido que no sean egoístas y piensen en los demás”.
“Pero hay personas que andan en la calle (sin buena razón) sin consciencia mientras hay personas que si salen de sus casas dejando a su familia para ayudar a otros”, dijo. “Que si ellos tienen la bendición de estar con el tiempo libre, que se den cuenta que durante esa salida pueden agarrar el virus y dañar a otros en su alrededor. Pido que no sean egoístas y piensen en los demás”.
Por Rhina Guidos