Jesús comenzó su viaje a través del desierto de Judea, inmediatamente después de ser bautizado por Juan. Mientras caminaba por paisajes áridos y rocosos sufrió privaciones. En este camino el diablo lo tentó para hacer su vida más fácil en todo sentido, para hacer su existencia más cómoda; Él fue tentado a pecar.
Durante la Cuaresma, nosotros los fieles nos encontramos a Jesús en el desierto y lo acompañamos durante este desafiante periodo de soledad y transformación. Este año nuestras creencias están bajo prueba, en la forma en la que la sociedad funciona, y se nos ha requerido que cambiemos la manera en que interactuamos con el otro, incluso con Dios. Aunque la enfermedad nos amenace físicamente, la enfermedad de la mente – un espíritu mezquino – es aún más desafiante. Amenaza nuestra vida aquí en la Tierra y la que está por venir.
Diariamente tenemos el desafio de pelear la guerra de la furia y la falta de caridad, y la tentación del desespero provocada por el orgullo y la codicia. Cuando nos ponen a prueba, estamos tentados a cubrirnos con comodidades familiares e ignorar las situaciones que están sufriendo aquellos alrededor nuestro; Pero esta no es una forma de vivir, y no es la manera de mostrar gratitud por la vida que aún nos falta por vivir.
Como cristianos bautizados, no podemos caer en estas tentaciones; y únicamente cuando nos armemos con las enseñanzas del Evangelio es que podemos triunfar por encima del odio.
Para apreciar verdaderamente lo que es la Pascua, tenemos que reflexionar sobre la oscuridad de la Crucifixión. Cristo se entregó a la crueldad y la brutalidad, para nuestra salvación. Él sufrió un dolor y una muerte inimaginable; su cuerpo fue puesto en una tumba muy humilde; sus seguidores estaban devastados al ser testigos del dolor que su amado Jesús vivió. Cuando ellos fueron a su tumba, la encontraron vacía. Imagínense el dolor, la pérdida, la impotencia que experimentaron durante los siguientes tres días; Sin embargo, El volvió a ellos. Caminó otra vez entre sus discípulos y les mostró que era de carne y hueso; les dejó ver como las heridas infligidas por el odio y deliberada ignorancia no lo destruyeron.
Aprendemos todo esto al leer y reflexionar en las Escrituras; esta es la forma en la que Dios continua hablándonos. Ojalá que durante esta crisis que hemos vivido por el coronavirus, y con la falta de sacramentos disponibles, podamos encontrar la voz de Dios en las escrituras.
Como discípulos modernos, podemos tambien experimentar la alegría de ver otra vez realmente al Señor. Abrazándonos al amor que Jesús nos ofrece libremente, al amor que Él nos motiva a compartir con nuestros vecinos, y avanzando con el esplendor de Cristo iluminando la gloriosa luz de la fe y la esperanza en la oscuridad. Venimos a esta maravillosa celebración de Pascua, la celebración de nueva vida, la celebración de una esperanza nueva.
Reverendísimo Robert E. Guglielmone
Obispo de Charleston