CIUDAD DEL VATICANO—En una celebración de Pascua como ninguna otra, el papa Francisco rezó para que Cristo, “que ya venció la muerte abriéndonos el camino de la salvación eterna, disipe las tinieblas de nuestra pobre humanidad y nos introduzca en su día glorioso que no conoce ocaso”.
El tradicional mensaje de Pascua del papa antes de su bendición “urbi et orbi” (para la ciudad y el mundo) todavía mencionaba países que anhelaban la paz, los migrantes y refugiados que necesitan un hogar acogedor y los pobres que merecen ayuda.
Pero sus oraciones de Pascua el 12 de abril se enfocaron principalmente en el contexto del sufrimiento y la muerte causados por el coronavirus y las dificultades económicas que la pandemia ha provocado.
La misa del papa en la mañana de Pascua fue única; no atendieron las docenas de cardenales que concelebran normalmente, ni las decenas de miles de peregrinos de todo el mundo que llenan la Plaza de San Pedro. En cambio, un cardenal, el cardenal Angelo Comastri, arcipreste de la basílica de San Pedro, y una docena de fieles se sentaron adentro, uno en cada banco, ante el altar de la silla donde el papa celebró la liturgia.
Millones escucharon su mensaje por televisión, radio y transmisión en vivo mientras se repetía la “Aleluya” de Pascua y se proclamaba el relato evangélico de los discípulos que encontraron la tumba vacía. El papa Francisco no pronunció una homilía durante la Misa, sino que ofreció sus reflexiones antes de la bendición “urbi et orbi”.
En vez de pararse en el balcón central de la basílica con vista a la plaza, pronunció la dirección desde las puertas que conducen a la tumba de San Pedro debajo del altar principal de la basílica.
La proclamación de Pascua “¡Jesucristo ha resucitado! ¡Realmente ha resucitado!” sale de “la noche de un mundo que enfrentaba ya desafíos cruciales y que ahora se encuentra abrumado por la pandemia, que somete a nuestra gran familia humana a una dura prueba”, dijo el papa, y “en esta noche, la voz de la iglesia suena: ‘¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!'”
La proclamación de esperanza, vida y victoria sobre la muerte, dijo, debería ser un “contagio” diferente, “que se transmite de corazón a corazón, porque todo corazón humano espera esta Buena Noticia”.
“No se trata de una fórmula mágica que hace desaparecer los problemas”, dijo el papa. “No, no es eso la resurrección de Cristo, sino la victoria del amor sobre la raíz del mal, una victoria que no ‘pasa por encima’ del sufrimiento y la muerte, sino que los traspasa, abriendo un camino en el abismo, transformando el mal en bien, signo distintivo del poder de Dios”.
Dijo que el Jesús resucitado salió de la tumba con las marcas de su crucifixión. “A Él dirigimos nuestra mirada para que sane las heridas de la humanidad desolada”, dijo.
El papa Francisco rezó en primer lugar por aquellos directamente afectados por el coronavirus, especialmente los enfermos, los que han muerto y los que lloran por sus seres queridos después de no poder despedirse.
“Que el Señor de la vida acoja consigo en su reino a los difuntos, y dé consuelo y esperanza a quienes aún están atravesando la prueba, especialmente a los ancianos y a las personas que están solas”, dijo. “Que conceda su consolación y las gracias necesarias a quienes se encuentran en condiciones de particular vulnerabilidad, como también a quienes trabajan en los centros de salud, o viven en los cuarteles y en las cárceles”.
El papa Francisco también oró por aquellos que sufren soledad debido a la pandemia, por aquellos que han perdido sus trabajos, por los médicos y enfermeras que cuidan a los enfermos y por los miembros de la policía, que están ayudando a mantener a las personas seguras.
“En estas semanas, la vida de millones de personas cambió repentinamente”, dijo. Algunas personas han encontrado una oportunidad para bajar la velocidad, reflexionar y pasar tiempo con sus familias.
Pero para otros, es “un tiempo de preocupación por el futuro que se presenta incierto, por el trabajo que corre el riesgo de perderse y por las demás consecuencias que la crisis actual trae consigo”.
Por Cindy Wooden