CIUDAD DEL VATICANO—El coronavirus no es una forma de castigo divino sino un evento trágico que, como todo sufrimiento en la vida, es usado por Dios para despertar a la humanidad, dijo el predicador del papa.
“La pandemia del coronavirus nos ha despertado bruscamente del mayor peligro que siempre han corrido los individuos y la humanidad: el del delirio de la omnipotencia”, dijo el padre capuchino Raniero Cantalamessa durante un servicio el 10 de abril en conmemoración de la muerte de Cristo en la cruz.
“Se necesitó simplemente el elemento más pequeño y sin forma de la naturaleza, un virus, para recordarnos que somos mortales, que el poder militar y la tecnología no son suficientes para salvarnos”, añadió.
El papa Francisco presidió la Liturgia del Viernes Santo de la Pasión del Señor en el altar de la Cátedra en la Basílica de San Pedro, que se encontraba casi vacía y completamente en silencio.
Después de entrar en silencio al edificio sagrado, el papa de 83 años, ayudado por dos asistentes, se arrodilló y se postró ante el altar en señal de adoración y penitencia.
Con las manos juntas debajo de él y los ojos cerrados, el papa Francisco rezó en silencio ante un crucifijo cubierto de rojo.
Durante la liturgia, el papa y una pequeña congregación de casi una docena de personas se pararon mientras tres diáconos leían el relato de la Pasión del Evangelio de San Juan. Como es costumbre, el predicador de la familia papal dio la homilía.
Teniendo en cuenta las medidas preventivas, el papa fue el único que participó en venerar la cruz. Después de besar reverentemente la misma, se paró detrás de ella mientras que los otros participantes se arrodillaban en adoración.
El padre Cantalamessa dijo que la lectura del Evangelio de la muerte de Cristo “es el relato del mal objetivamente más grande cometido en la tierra”. Si bien la Pasión de Jesús puede verse desde varias perspectivas, “la cruz se entiende mejor por sus efectos que por sus causas”.
El predicador del papa dijo que la cruz de Cristo cambió el significado del dolor y sufrimiento humano, ya que ambos ya no son vistos como un castigo divino o una maldición. En cambio, el sufrimiento “fue redimido en su raíz cuando el Hijo de Dios lo tomó sobre sí mismo”.
“¿Cuál es la prueba más segura de que la bebida que alguien te ofrece no está envenenada?” Preguntó el padre Cantalamessa. “Es si esa persona bebe de la misma copa antes que tú. Esto es lo que Dios ha hecho: en la cruz bebió, frente a todo el mundo, la copa del dolor hasta la última gota. Así es como nos mostró que no estaba envenenada, sino que había una perla en el fondo”.
Si bien puede ser un desafío evitar los efectos negativos del virus, incluida la muerte y la enfermedad de los seres queridos, continuó, la pandemia actual debería apreciarse más por sus efectos positivos que por sus causas.
Otro efecto positivo de la pandemia es el sentimiento de solidaridad y unidad en todo el mundo que ha disminuido la necesidad de guerra y conflicto armado.
El padre Cantalamessa dijo que era importante no permitir que “tanto dolor, tantas muertes y tanto compromiso heroico por parte de los trabajadores de la salud hayan sido en vano”.
“Regresar a como estaban las cosas es la ‘recesión’ que más debemos temer”, dijo. “Dediquemos los recursos ilimitados, comprometidos con las armas, a los propósitos que ahora nos damos cuenta que son más necesarios y urgentes: salud, higiene, alimentos, lucha contra la pobreza, mayor cuidado de la creación. Dejemos a la próxima generación un mundo más pobre en bienes y dinero, si es necesario, pero más rico en su humanidad”.
Por Junno Arocho Esteves