WASHINGTON—Mientras las personas que se encuentran trabajando desde sus casas durante la pandemia aumentaron quejas o bromas en Twitter sobre las reuniones de Zoom, la cooperativa United Farm Workers of America (Trabajadores Agrícolas Unidos de América) hicieron notar la dura realidad que viven a través de un tuit el 20 de marzo: “No se pueden recoger fresas de forma remota”.
“Las personas que ponen comida en nuestra mesa no pueden teletrabajar”, dijo la organización laboral en un comunicado a mediados de marzo, haciendo notar la difícil situación de los más de 2 millones de trabajadores agrícolas del país.
Puede haber escasez de papel higiénico en los supermercados de Estados Unidos pero el suministro de frutas, verduras y otros alimentos básicos del país, como carnes y productos lácteos producidos por los trabajadores agrícolas — la mayoría migrantes — se mantiene estable gracias a esos trabajadores esenciales. Sin embargo, muchos de ellos trabajan sin protección básica, dicen sus partidarios.
Aún cuando enfrentan la falta de acceso a atención médica adecuada o problemas de salarios e inmigración procedentes del programa de visa H-2A (que permite a algunos de ellos trabajar legalmente en Estados Unidos), los trabajadores, en gran parte invisibles, han mantenido hasta ahora el suministro de alimentos del país en movimiento.
“La ironía es que (ahora) dicen que son esenciales. Siempre lo han sido”, dijo Carlos Marentes, fundador y director del Centro de Trabajadores Agrícolas Fronterizos en El Paso, Texas, en una entrevista el 14 de abril con Catholic News Service.
Se les considera tan esenciales que el 15 de abril el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos anunció que se iban a flexibilizar temporalmente las regulaciones de inmigración para permitir que las empresas los empleen más rápido y durante un mayor tiempo de lo estipulado anteriormente, un movimiento inusual para una administración que ha buscado reducir la inmigración.
En un comunicado, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos dijo que los cambios temporales ayudarían a los agricultores estadounidenses que emplean a trabajadores agrícolas extranjeros a “evitar interrupciones” en el proceso de contratación y a “proteger la cadena de suministro de alimentos de la nación”.
Sin embargo, sin importar cuán primordiales sean para la nación, siempre ha habido un “abandono histórico” de los trabajadores agrícolas, dijo Marentes, y este es un momento para ir más allá del “chantaje sentimental”, donde se ofrece elogios por lo que hacen los trabajadores agrícolas sin proveer para la protección de sus derechos.
A pesar de que se les considera trabajadores esenciales, una amenaza inminente que enfrentan algunos trabajadores agrícolas son los esfuerzos por reducir sus salarios en este momento crítico. El año pasado, la administración del presidente Trump propuso cambios en la forma en la que se calcula los salarios para quienes usan el programa de visa H-2A, esencialmente reduciendo sus sueldos.
La visa H-2A es un programa de trabajadores invitados, que permite a los empleadores agrícolas traer trabajadores de otros países, principalmente de México, a Estados Unidos para trabajar en sus granjas, dijo Ashley Feasley, directora de política de Servicios de Migración y Refugiados en la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos.
“Los trabajadores que producen nuestros alimentos son esenciales (aproximadamente 2.5 millones de trabajadores agrícolas en total), y han sido declarados así. Sin embargo, ha habido anuncios de la Casa Blanca sobre la reducción de los salarios de los trabajadores invitados”, declaró Feasley por correo electrónico el 14 de abril a CNS. “Esto es injusto, explotar a una población que está trabajando para poner comida en las mesas de las personas en este momento”.
Y muchos de ellos tienen miedo, dijo Marentes.
A medida que las ciudades de todo el país y los negocios que impulsaban su economía comenzaron a cerrar abruptamente a mediados de marzo, se les dijo a los trabajadores agrícolas que continuaran trabajando porque eran importantes para mantener el movimiento del país. No obstante, debido a medidas más estrictas tomadas en ciudades fronterizas como El Paso, Texas, aquellas personas que trabajaban en Estados Unidos pero viven en México ya no podían cruzar la frontera por los puntos de entrada como lo hacían antes, para estar con sus familias después de terminar sus jornadas de trabajo, Marentes añadió.
Las organizaciones que se ocupan de la población de trabajadores agrícolas, como la Unión de Trabajadores Agrícolas Fronterizos, comenzaron a movilizarse redactando cartas para los trabajadores, documentos que pudieran llevar con ellos diciendo quiénes eran y dónde trabajan, en caso de que la oficina de inmigración u otras autoridades los detuvieran en camino al trabajo, comentó Marentes.
Grupos comunitarios, como la organización de Marentes, también se apresuraron en buscar algún tipo de refugio para los obreros y un lugar donde se pudieran bañar, encontraron mascarillas y guantes, y les dieron una lección rápida sobre cómo mantenerse seguros en medio de una pandemia.
“Esta es una situación compleja”, dijo Marentes. “Y hay mucho temor”.
En muchos casos, los trabajadores agrícolas están despiertos a primera hora del día, dependiendo de la cosecha; trabajan en espacios muy cerca a otros; y algunos de los lugares donde trabajan están en ubicaciones remotas sin médicos ni clínicas disponibles para ellos, expresó Marentes. Muchos trabajadores no cuentan con seguro médico y tienen poco dinero para responder a una crisis de salud, dijo.
Algunos como Marentes expresaron que si los inspectores federales o locales no se habían asegurado antes que las condiciones de vida y trabajo de los empleados agrícolas fueran adecuadas, ahora era menos probable que ocurra.
Otros como Feasley compartieron preocupaciones sobre el entorno laboral y de vida cotidiana de los trabajadores, particularmente urgente en medio de una pandemia. Incluso antes de la pandemia, los obispos estadounidenses habían expresado durante mucho tiempo su preocupación por las condiciones de trabajo de los empleados agrícolas y la seguridad salarial, y abogaron por la unidad familiar y la “portabilidad laboral”, que es la capacidad de postularse a diferentes lugares de trabajo y no solo tener que trabajar en un lugar como lo estipula la visa H-2A.
La conferencia de obispos también señaló que “algunos trabajadores H-2A llegan a sus lugares de trabajo endeudados, después de haber pagado importantes tarifas de contratación y/o costos de viaje por la oportunidad de trabajar en Estados Unidos. Durante mucho tiempo ha habido preocupación por el fraude en la contratación laboral, que nosotros (USCCB) hemos luchado para abordar en nuestros programas y para su defensa”, dijo Feasley. Pero la pandemia ha hecho que esas preocupaciones sean más urgentes.
“Lo que realmente preocupa, en el contexto del COVID-19, es que las precauciones de salud necesarias no se están tomando con la seriedad del caso y en algunas situaciones pueden no estar sucediendo en absoluto. Medidas como el distanciamiento social y el lavado de manos”, mencionó Feasley. “Estas medidas a menudo son difíciles debido a la existencia de viviendas apretadas y el transporte masivo a los campos, haciendo que los trabajadores sean más vulnerables”.
Situaciones como la clausura de la planta de procesamiento de carne de cerdo Smithfield Foods el 12 de abril en Dakota del Sur, que cerró después de que más de 640 trabajadores dieran positivo por coronavirus — el grupo con mayor casos de coronavirus en una sola localidad en los EE.UU. — ha despertado la alarma sobre lo que la pandemia puede desencadenar en la población de trabajadores agrícolas de Estados Unidos, así como puede afectar el suministro de alimentos.
Otra preocupación importante para aquellos como Marentes que defienden a los trabajadores agrícolas es qué harán los empleadores o qué protecciones y cuidados recibirán los trabajadores agrícolas si alguno de ellos contrae el virus en suelo estadounidense.
“Me preocupa la estigmatización”, dijo Marentes, y agregó que contraer el virus podría usarse más tarde en contra de los migrantes en general, aunque lo contrario sea cierto. Sin atención después de contagiarse el virus en Estados Unidos, podrían regresar a México e infectar a sus familias y amigos del otro lado, debilitando el sistema de atención médica ya frágil de sus comunidades, dijo.
Algunos le han preguntado: “Carlos, ¿vale la pena arriesgarnos?”
Marcela Celorio, cónsul general de México en Los Ángeles, escribió en la sección de opinión el 14 de abril en el periódico Los Angeles Times: Que a pesar de que los trabajadores agrícolas “documentados e indocumentados” son de “importancia estratégica”, permanecen “entre los menos protegidos contra la pandemia de coronavirus”.
Aunque no hay cifras actuales sobre cuántos trabajadores agrícolas ya podrían estar infectados, Celorio solicitó un remedio rápido para sus condiciones de trabajo y de vida sobrecargadas. Solicitó que se les considerara a los obreros como prioridad para hacerles pruebas de COVID-19, proporcionar cuarentena para aquellos que han estado expuestos y atención médica para aquellos que dan positivo, mientras permitir que aquellos que dan negativo continúen trabajando usando medidas de distanciamiento social.
“Esta situación pone en riesgo la salud de los trabajadores agrícolas y con ello el suministro de alimentos en América del Norte”, advirtió. “Les debemos a las mujeres y los hombres que trabajan en los campos una gran deuda, especialmente en estos tiempos peligrosos. Proteger su salud y bienestar debería ser un asunto urgente para todos nosotros”.
Por Rhina Guidos