TUCSON, Arizona—Más de una docena de hombres, mujeres y niños hablaron sobre las desesperadas condiciones de vida en las que se encuentran en Nogales, México, mientras el mundo lucha con COVID-19.
Hablaron de sus experiencias frente al Centro de Ayuda para Migrantes, en el estado mexicano de Sonora, dirigido por la Iniciativa Kino para la Frontera en Nogales el 23 de abril.
Cada adulto, hablando a través de un traductor para un programa por transmisión en vivo en la página de Facebook de la Iniciativa Kino para la Frontera, habló sobre los peligros de vivir en las calles a medida que se han cerrado los refugios locales debido a la enfermedad.
Viajan durante el día al centro de ayuda para obtener alimentos, y luego intentan escapar del calor del edificio en un parque local mientras evitan que la policía los detenga y que las pandillas los abusen.
Una mujer, Inez, dijo que iba huyendo de la violencia en Guerrero, México, con su hijo de 2 años. Ella tuvo suerte; ella encontró donde vivir con otra mujer en un hogar estable, aunque describió a su hijo como “en un estado delicado”.
“Estamos bien desesperados en este momento. No sé cuánto tiempo más podemos quedarnos aquí”, dijo.
Ella relató su experiencia de haber sido secuestrada con su hijo dos meses antes y conducidos a un área remota. Se le ordenó entregar objetos de valor y su teléfono celular. Lograron escapar, dijo ella.
Inez no puede leer inglés y no sabe cuándo o dónde tiene que ir para los procedimientos de inmigración.
Sergio, un refugiado, dijo que tenía tíos en los Estados Unidos, pero que ambos habían sido despedidos por COVID-19. Estaba agradecido por las comidas proporcionadas por el centro y había perdido la noción de cuánto tiempo había estado en Nogales.
Oswaldo, de 38 años, había viajado desde Guatemala con su hijo de 17 años. Habían estado en Nogales 32 días.
“La pandemia nos ha complicado las cosas”, dijo.
El refugio donde estaban alojados iba a cerrar debido a la enfermedad. En una ocasión, un amigo tuvo que tomar un taxi y el conductor trató de llevarlo a otro lugar, pero él se escapó.
“No es muy seguro aquí”.
Cuando andaban en la calle, la policía local los detuvo por no obedecer la orden de quedarse en casa. Fueron detenidos y obligados a presentar documentos. Oswaldo dijo que una vez que explicó su situación, fueron liberados.
“No venimos aquí por diversión. Venimos aquí de nuestros países porque necesitamos hacerlo, debido a la violencia allí”, dijo.
Edwin, de 45 años, también viajaba con su hijo, de 14 años, de Guatemala. Estaban durmiendo en el mismo refugio que se está cerrando y tuvieron una experiencia aterradora, diciendo que la gente los mira todo el tiempo cuando caminan por la calle. El refugio les permitía ducharse, pero no tenían dónde lavar su ropa.
Describió su tiempo como “una calamidad” sin “capacidad de conseguir trabajo. Realmente nos asusta”.
Juan viajaba con su hija de 16 años y no tenía dinero para el boleto del autobús para viajar al centro de ayuda para migrantes para comer.
Juan dijo que aún no sabía cómo iban a llegar a Ciudad Juárez, México, y luego a El Paso, Texas, para su audiencia en la corte el 8 de junio.
Una mujer, que habló entre lágrimas y no se identificó, habló de llegar a Nogales con su hija de 6 años y buscar trabajo. Sin embargo, las dos se separaron brevemente y su hija se enfermó. “Todavía puedes ver las cicatrices de donde le dio la varicela. Ahora está un poco mejor”.
Ella no puede leer y escribir y no sabe su fecha de corte.
Sofía es una madre soltera que huyó de la violencia de Guerrero con sus dos hijas, de 3 y 5 años. Ha estado viviendo con una familia en Nogales y ayuda con las tareas domésticas. Han estado en Nogales durante cinco meses y no tienen idea de cuándo podrán presentar una solicitud para entrar a los EE. UU.
El personal de la iniciativa Kino explicó que cuando se cerro la frontera para viajes no esenciales, esto dejó a personas como Sofía en el limbo.
“La única opción que tenemos es esperar”, dijo Sofía.
Por Michael Brown