WASHINGTON—Los obispos John E. Stowe, Óscar Cantú y Mark J. Seitz, son conocidos por las muchas millas que recorren visitando sus respectivas diócesis, ya sea en los senderos rurales de Kentucky, el congestionamiento de tráfico de San José, California, o la comunidad fronteriza de El Paso, Texas.
Pero a mediados de marzo, como el resto del mundo, los tres prelados, junto con los obispos a nivel mundial, se vieron obligados a cambiar la forma en que operaban sus diócesis prácticamente de un día para el otro cuando las autoridades civiles establecieron restricciones para limitar la propagación del coronavirus. Desde entonces, ellos han tenido que operar sus diócesis ‘virtualmente’, reunirse con los empleados por medio de teleconferencias, grabar anuncios de servicio público y conectarse con sus comunidades a través del lente de la cámara en catedrales o capillas casi vacías al transmitir en vivo la misa por internet.
Cuando Kentucky emitió la orden de quedarse en casa a mediados de marzo, uno de los primeros estados del país en hacerlo, el obispo Stowe dijo que la Diócesis de Lexington, la cual lidera, no tuvo mucho tiempo para prepararse. Pero de inmediato suspendió temporalmente la obligación de asistir a misa, enviando un fuerte aviso para que las poblaciones vulnerables no asistieran, mientras el resto de la diócesis se movilizo tan rápido como les fue posible para establecer medidas de distanciamiento social para aquellos que seguían acudiendo en persona, y la celebración de la eucaristía y las operaciones de la iglesia local se trasladaban al mundo virtual.
Gracias a que las redes sociales ya se venían utilizando en su diócesis, “difundimos la información bastante rápido y pudimos hacer que la misa fuese accesible ‘virtualmente’ a muchas personas, con muchas de expresiones de gratitud por haberlo hecho”, dijo el obispo durante una entrevista telefónica el 1 de mayo con Catholic News Service (CNS).
En cuestión de días, sacerdotes y ministros laicos empezaron a conectarse con parroquianos a través de varias plataformas, las cuales además de ofrecer la misa en vivo en internet, también organizaban actividades para servir a la comunidad local con las necesidades que iban emergiendo por la crisis.
“Mi mayor miedo era que, con esta paralización y las regulaciones de mantenerse en casa, la iglesia se volvería invisible, pero no ha sido así”, dijo el obispo Stowe. “Las peticiones de Caridades Católicas fueron respondidas de gran manera. Nuestras escuelas católicas fueron las primeras en abrir sus cafeterías para los niños que carecían de alimentos y dependían de sus almuerzos escolares para alimentarse regularmente. Me ha impresionado la forma en que ellos (sacerdotes y ministros laicos) han respondido”.
También empezaron a ofrecer oraciones devocionales en internet, adoración eucarística, charlas inspiracionales, utilizando cualquier método disponible para ayudar a la comunidad y llegar a la multitud — dijo.
“Hemos tenido ciertos sacerdotes revisando la hoja de registro de la parroquia para llamar a la gente a su casa a fin de asegurarse de que estén bien”, dijo.
En San José, el obispo Cantú dijo que hubo algunas angustias inicialmente por el botón de silencio en Zoom y ansiedad por la transmisión en vivo, pero ahora los párrocos en 44 de las 53 parroquias de la diócesis están ofreciendo misas en vivo en varios idiomas y atendiendo a reuniones por internet.
“Una vez que aprendieron a hacerlo … me preguntaron: ¿Por qué no hemos utilizado esto siempre? En vez de tener que manejar hasta la cancillería y batallar con todo el tráfico”, dijo.
Las escuelas católicas de la diócesis pusieron en marcha el aprendizaje en línea durante un fin de semana, lo que impulsó nuevas inscripciones ya que los padres del área estaban preocupados por sus niños — dijo.
“Fue una verdadera bendición porque a las escuelas públicas locales, les llevó un mes completo… establecer (instrucción escolar) y ponerlo a funcionar, en tanto que nosotros conseguimos que muchas de familias se acercaran a las escuelas católicas debido a eso”.
Así como la Diócesis de Lexington, San José vio que el volumen de observadores en internet aumentó drásticamente, 25%, lo cual se convirtió en un problema durante Pascua.
“Continuamente perdíamos la conexión con Facebook”, la red que la diócesis usó para las transmisiones en vivo –dijo el obispo Cantú– porque demasiada gente quería ver la misa.
Sin embargo, observó un fenómeno que el obispo de Lexington al igual que el de El Paso también reportaron.
“Hemos visto un repunte en la cantidad de gente que está conectada a la iglesia durante esta crisis y sospechamos que hay personas que estaban como a los márgenes de la iglesia, tal vez algunos católicos alejados que, debido a la crisis, han sentido la necesidad de lo sagrado, un sentido de comunidad y entonces han estado conectándose con nosotros”, dijo el obispo Cantú. “Les he pedido a nuestros líderes que piensen en: ¿Cuáles son las lecciones aprendidas? ¿Cómo seguimos conectándonos con ellos después de que logremos abrir nuestras puertas otra vez, de maneras nuevas e innovadoras con aprendizaje en internet, con transmisiones en vivo y evangelización, porque algunas de estas personas que se han conectado con nosotros en vivo durante este lapso, pueden no estar totalmente listos para dar ese paso dentro de las puertas en persona una vez que las abramos. Entonces, ¿cómo continuamos nutriéndolos espiritualmente por medio de recursos cibernéticos y pensando en la evangelización en algunas formas innovadoras? Habíamos hablado sobre esto antes de la pandemia, pero ahora la crisis nos ha obligado a hacerlo”.
Los sacerdotes en San José han estado haciendo sesiones en vivo de preguntas y respuestas con parroquianos en Facebook, formación en la fe para adultos y niños, “incluso tenemos un instituto de laicos que ha continuado sin perder el ritmo”, dijo el obispo Cantú.
“Ellos están haciendo instrucción en línea para unos 300 adultos”, agregó. “Se ha dado un hermoso, casi sin interrupciones, giro a la presencia en línea”.
Pero las aparentemente interminables reuniones usando el sistema de teleconferencia Zoom de las que los obispos entran y salen, cansan.
“Hablando de estar cansado y agobiado, te voy a contar de las reuniones de Zoom”, dijo el obispo Cantú. “En cualquier día que me encuentro en casa, estoy teniendo un promedio de 8 a 12 reuniones diarias. Quedo agotado”.
“Algunas veces, mi día prácticamente se trata de entrar de una reunión de Zoom a otra”, dijo el obispo Seitz de El Paso. Y aunque puede ser frustrante, “estoy tan agradecido que esta tecnología existe en este momento”, dijo.
Es maravilloso ver los rostros de los compañeros de trabajo con los que generalmente interactuaba a diario antes de la pandemia, incluso con las frustraciones que la tecnología implica. Finalmente abrió una cuenta en Facebook para interactuar más con la gente. Una noche cuando no podía dormir, creó anuncios de servicio público sobre donación de sangre y un sobre plantar “un jardín de triunfo”, basado en jardines que se sembraban para ayudar con la escasez de comida durante la segunda guerra mundial, pero ahora por el coronavirus. El video está en YouTube.
Su diócesis se ha afiliado con estaciones de televisión locales para transmitir la misa en inglés y español, además de ofrecerla en vivo en internet, y la diócesis utiliza un sistema central de líneas telefónicas que ya existía, cuyo número se muestra en la pantalla durante el momento de la ofrenda durante la misa televisada y los fondos se usan para donaciones que serán canalizadas a las parroquias.
“Hemos tenido más gente mirando la misa en línea o en televisión que el número de personas que hubiéramos podido tener en todas las iglesias en El Paso en un domingo cualquiera”, dijo. “Estamos llegando a muchas personas a quienes les resultaba imposible venir a la iglesia o que, por alguna razón, no estaban haciendo una conexión con la iglesia. Una señora nos contactó y dijo: ‘He estado alejada de la iglesia por un tiempo. Por casualidad sintonicé tu misa y ahora sé lo que faltaba en mi vida.’ Es justo el tipo de cosas nos encanta escuchar”.
Usando tecnología y redes que existian antes de la pandemia, El Paso ha podido ofrecer una conexión necesaria con Dios, ya sea organizando una entrega de alimentos a los pobres o ayudando a presenciar lo sagrado en la Eucaristía, dijo el obispo Seitz.
“Les le estado diciendo una y otra vez a mis sacerdotes y líderes de la parroquia que este debe ser un momento en que la gente recuerde que la iglesia estaba allí. Contestamos sus llamadas, nos pusimos de pie para ayudar … pudieron presenciar la misa durante el momento en que sintieron tanta hambre por ella. Esa es mi esperanza, que la gente vea que la iglesia fue realmente importante para toda la comunidad para superar esta situación, para que vean que no estamos satisfechos solo con vivir dentro en nuestras paredes, hacer algunas cosas pequeñas y descansar cómodamente, pero estábamos presentes y también teníamos hambre de compartir la palabra de Dios “, dijo el obispo Seitz. “Tenemos hambre de ayudar a las personas a superar los momentos difíciles de sus vidas y estaremos allí para ayudarlos pase lo que pase, pandemia, enfermedad o guerra, pase lo que pase, la iglesia estará allí”.
Por Rhina Guidos
Monseñor John E. Stowe, de Lexington, Kentucky, celebra la misa del Domingo de Ramos en la Catedral de Cristo Rey de su diócesis el 5 de abril de 2020, en medio de la pandemia de coronavirus. En marzo, como el resto del mundo, los obispos de EE. UU. se vieron obligados a cambiar la forma en que operaban sus diócesis casi de la noche a la mañana debido a las restricciones impuestas por las autoridades civiles para limitar la propagación del COVID-19 y comenzaron a administrar sus diócesis de una manera “virtual “, comunicándose con sus comunidades detrás de las cámaras en misas transmitidas en vivo y por teleconferencia. (Foto CNS — Diácono Skip Olson, cortesía de la Diócesis de Lexington)