WASHINGTON – El marzo pasado, Juliana Colorado estaba viviendo la vida común de una niña de 8 años, audicionando para un espectáculo de talentos en la Escuela Católica de St. Joseph en Long Beach, California.
“Su último día en el colegio fue el jueves 12 de marzo. Ese día hubo pruebas de talento después de clases y Juliana realizó una interpretación conmovedora de ‘I’ll Be Back’ de la banda sonora de ‘Hamilton'”, dijo su padre, Carlos.
Sin embargo, esa misma noche, cuando las restricciones comenzaron a imponerse para detener la propagación del coronavirus en California, la familia de Juliana se enteró que las clases en la escuela católica habían sido canceladas repentinamente (al menos en los terrenos del colegio), así como el espectáculo de talentos y otros eventos. En el transcurso de un fin de semana, el personal de St. Joseph se puso en marcha para mover la instrucción y las misas escolares a formatos virtuales por el resto del año.
“Tanto mi esposa como yo estamos muy agradecidos de que tengamos a nuestra hija en un colegio privado, porque el colegio pudo intervenir sin perder el ritmo”, dijo Carlos. “Creo que hubieron uno o dos días de inactividad, cuando no hicimos nada … pero luego de esos dos días, las clases comenzaron por Zoom y diversas piezas de software y aplicaciones comenzaron a utilizarse”.
Después de hablar con amigos y familiares con hijos en escuelas públicas, “puedo decirles que no tenían el mismo nivel de atención que nosotros teníamos”, señaló Carlos.
La transición cambió casi todos los aspectos de la vida escolar de Juliana. Ahora, en lugar de entregarle la tarea a su maestra en una hoja de papel, le toma una foto y la sube a una plataforma web estudiantil.
“Se trata de tecnología”, dijo la niña de 8 años en una entrevista de audio de WhatsApp el 30 de junio con Catholic News Service. “Si no pudiera usar tecnología, no me estaría yendo muy bien”.
Si Juliana quiere participar en la misa con otros compañeros de escuela, tiene que hacerlo a través de Zoom, así como lo hizo como lectora para una misa el 2 de junio después de Pentecostés. Su padre decoró un altar para la ocasión.
¿Qué es lo que más extraña de ir a la escuela?
“Probablemente ver a mis amigos, poder abrazarlos, poder hablar con ellos en persona”, dijo la niña de 8 años, añadiendo que también extraña “poder hablar con mi maestra y ver a la gente en persona”.
Aunque el año escolar terminó el 19 de junio, Juliana comenzará el cuarto grado el 26 de agosto.
“Obviamente va a ser muy, muy diferente”, dijo Juliana. “Se va a tener distanciamiento social. Tendremos que usar máscaras, será un híbrido”.
La niña se refiere a un posible sistema que podría implementarse en el otoño, con estudiantes asistiendo a la escuela en días diferentes, por lo que no todos estarían allí al mismo tiempo y será más fácil participar en el distanciamiento social. Se habla de asistir en ciertos días según el apellido del estudiante.
“Espero estar con mis amigos porque tenemos apellidos similares”, acotó. “Obviamente será muy, muy diferente cuando comience el colegio este otoño”.
Pero con el aumento de casos de COVID-19 en California y la propagación del virus en otras partes del país, aún hay mucha incertidumbre.
La madre de Juliana, Alba, dijo que a pesar de que era un desafío mantener el horario previo a la pandemia para la familia (al menos cuando se trataba de levantarse o de terminar el trabajo y la escuela en un momento determinado), la acción inmediata del sistema escolar católico de la Arquidiócesis de Los Ángeles eliminó la carga adicional de tener que decidir qué hacer con el colegio.
St. Joseph pudo dar iPads a los estudiantes, lo que ayudó no solo con la tarea, sino también a que Juliana pudiera mantenerse en contacto con sus compañeros de clase y con su maestra, una parte importante de su vida, señaló Alba.
“No perdimos ni un paso y el aprendizaje continuó durante los tres meses”, hasta que terminó el año escolar, dijo.
¿Qué es lo mejor de estar en casa para Juliana?
“Me gusta poder pasar más tiempo con mi familia, comer todas las comidas con mis padres y es agradable porque también les puedo pedir ayuda si alguna vez la necesito, puedo tomar un descanso y cosas así,” dijo.
Para Carlos y Alba, el cambio significaba encontrar una nueva forma de trabajar y ser padres durante las horas que antes estaban reservadas exclusivamente para el trabajo.
¿Ha habido dificultades?
“Para mí es el tiempo que se consume porque he estado trabajando desde casa. Tengo mi propio trabajo que hacer y, por supuesto, también quiero participar en la educación de mi hija y, por lo tanto, me resulta un desafío equilibrar ambas cosas y no sentir que estoy haciendo un mal trabajo en ninguna de las dos”, dijo Carlos, que es abogado. “Eso ha sido un desafío”.
Pero ha habido muchas oportunidades, particularmente relacionadas con la fe y para compartir lo de su país natal de El Salvador con su hija.
“Por ejemplo, con la misa que tuvimos después de Pentecostés y la oportunidad de construir un altar salvadoreño, la oportunidad de contarle a mi hija sobre (san) Oscar Romero y los mártires salvadoreños durante la Cuaresma, todo ese tipo de oportunidades”, acotó Carlos.
Pero como el resto del mundo, Juliana dijo que espera con ansias el fin de la pandemia.
¿Qué es lo primero que quiere hacer después de que termine la pandemia?
“Probablemente tenga una cita de juego con mis amigos o salga a la playa o haga una pequeña fiesta o algo así para que realmente pueda acostumbrarme a cómo era la vida”, dijo. “Y pueda pasar tiempo y divertirme con mis amigos”.
Por Rhina Guidos