WASHINGTON – Mientras que la pandemia de coronavirus acapara la atención mundial, para aquellos que trabajan en organizaciones como Catholic Relief Services (CRS), esta crisis de salud es una más en una larga lista de emergencias que el personal debe atender en su misión de ayudar a los más pobres del mundo.
“Nuestros socios en el Líbano dijeron que el COVID-19 no es su mayor problema. Su problema principal es la crisis económica que causó una devaluación del 80 por ciento de la moneda; realmente están siendo golpeados económicamente”, acotó Sean Callahan, presidente y director ejecutivo de la agencia de ayuda humanitaria internacional de los obispos de Estados Unidos, en una entrevista el 17 de julio con Catholic News Service sobre el creciente problema de hambre que el mundo está por enfrentar.
El hambre es lo que el Líbano enfrenta con el colapso de su moneda, ya que las personas pueden comprar mucho menos con su dinero y las importaciones de alimentos se vuelven escasas. Algunos temen que el país pueda enfrentar pronto la hambruna, una situación que el país no ha visto desde fines de la década de 1910, cuando, como el resto del mundo, también se enfrentaba a una pandemia.
Y el hambre, particularmente durante una pandemia, es motivo de gran preocupación, no solo en el Líbano.
Un informe del 13 de julio de las Naciones Unidas expuso que casi 690 millones de personas pasaron hambre en 2019 (un aumento de 10 millones con respecto al año anterior), cifras que llegaron antes de que comenzara la pandemia. Los países y áreas geográficas con un alto número de poblaciones vulnerables que pronto pueden experimentar hambre a gran escala, además de otras condiciones, están causando alarma entre agencias de ayuda como CRS a medida que el virus se propaga.
“Si están desnutridos, entonces son mucho más propensos al COVID-19. Si tienen malaria, son mucho más propensos al COVID-19, si tienen VIH/SIDA, son mucho más propensos”, señaló Callahan.
Sin embargo, incluso cuando el ejército de 7,200 empleados y socios de CRS (que trabajan en nombre de la organización en todo el mundo) están tratando de defenderse del virus, algunos de ellos dirigen las primeras líneas de ayuda.
En los más de 110 países donde CRS presta servicios, el personal y los socios han continuado con el trabajo diario de la organización, dijo Callahan. Algunos han modificado las operaciones y están trabajando de forma remota, mientras que en otros lugares han continuado alimentando a las personas y proporcionando servicios esenciales, tomando las precauciones estándar de usar máscaras, lavarse las manos, y mantener una distancia segura con los demás.
El trabajo ha resultado más desafiante que nunca.
En algunos lugares, además de la pandemia, algunos se enfrentan a una variedad de obstáculos, ayudando en medio de destrucción natural debido a las tormentas tropicales en América Central, las sequías y las plagas de langostas en África, y la actual temporada de tifones en Asia, además de violencia localizada en algunos países. Algunos afiliados a CRS incluso han muerto en los conflictos. Sin embargo, el trabajo continúa.
“Continuamos haciendo nuestros programas de asistencia, asegurándonos de que las personas se alimenten, obtengan lo que necesitan para poder plantar (cultivos)”, proporcionar acceso a medicamentos o tratamiento para la malaria, VIH/SIDA, administrar vacunas, todo “para no tener una crisis de hambre tan grave como la que se prevé en este momento”, acotó Callahan.
Es una carrera contra reloj en muchos niveles. Los bloqueos de países que se han producido debido a la pandemia han provocado una serie de interrupciones en una variedad de suministros en muchas naciones, particularmente en aquellas en desarrollo.
“La comida que normalmente vendría de un país a otro ahora está bloqueada”, dijo Callahan.
Algunos enfrentan amenazas incluso hacia los pocos cultivos locales que habían plantado debido al daño de tormentas, como fue el caso en América Central, donde la tormenta tropical Amanda azotó a algunos países a fines de mayo. Ahora, la amenaza de falta de suministros y una plaga inminente de langostas, amenaza los cultivos recién plantados.
“Se les pide a los agricultores y otras personas que normalmente salen y cuidan sus campos que no viajen, que se queden en sus casas”, dijo Callahan. “El fertilizante y algunos de los pesticidas que se requieren en ciertas áreas no se pueden enviar debido al cierre de muchos de estos países, por lo que existen todos estos bloqueos que están reduciendo la capacidad de producir localmente o acceder comida de otros países y eso está creando un problema”.
A diferencia de Estados Unidos, que ofrece paquetes de ayuda económica a sus ciudadanos, no hay una red de seguridad económica en algunos lugares, señaló Callahan.
“No tienen eso porque son asalariados diarios o, si son agricultores que tienen préstamos, esperan hasta que llegue la cosecha. Pero necesitan comida y necesitan ayuda”, continuó.
“Si no ayudamos ahora, tendremos un número mucho mayor de personas con hambre. Tendremos un mayor número de niños pequeños que sufrirán retraso en el crecimiento y, cuando llegan a ese punto, no pueden recuperarse”, acotó Callahan. “Nunca podrán desarrollar todo su potencial humano, por lo que será una tragedia que nos pesará toda la vida. Entonces, esta situación es realmente urgente”.
En lugares como Centroamérica, donde las escuelas han estado cerradas desde marzo, CRS ha continuado programas como comidas escolares, pero en forma de raciones mensuales que se dan a las familias para que los niños puedan seguir alimentándose y no se queden sin comer durante períodos prolongados de tiempo.
En julio, CRS se unió a otras organizaciones religiosas que solicitan al Congreso entre $10 mil y $15 mil millones en ayuda para más del 70 por ciento de los países que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades han descrito como mal equipados para manejar el coronavirus.
Con su campaña “Lead the Way” (Lidera el Camino), CRS está pidiendo a católicos estadounidenses que visiten su sitio web www.crs.org/get-involved/lead-way y se involucren para ayudar a los vulnerables, llamando o enviando cartas a sus senadores y miembros del Congreso para impulsar la financiación.
Con la campaña en inglés y español se espera también llegar a católicos estadounidenses de ascendencia hispana para que puedan ayudar en el esfuerzo, dijo Callahan.
“Solo estamos pidiendo un pequeño porcentaje de dinero (del presupuesto de Estados Unidos) para ayuda internacional”, continuó Callahan. “Entendemos que Estados Unidos también necesita recuperarse y tenemos muchos problemas aquí … pero también sabemos que tenemos una responsabilidad global y necesitamos ayudar a nuestros hermanos y hermanas en el extranjero. Los católicos estadounidenses pueden ser particularmente útiles”.
El dinero también ayudaría con una preocupación urgente que afecta directamente a los socios de CRS que viven donde los sistemas de salud están al borde del colapso.
“Las instalaciones médicas se encuentran en una situación difícil y muchas de estas personas están trabajando con valentía para ayudar a gente que lo necesita, pero al mismo tiempo, estamos muy, muy preocupados por el riesgo que ellos enfrentan, en particular nuestro personal en esos países”, señaló.
“Nuestro personal internacional a menudo puede ser evacuado e irse a casa, pero el personal que está en primera línea y los socios de la iglesia local, como los grupos de Cáritas y otros”, manifestó Callahan, “realmente están en esa línea de frente y, al estar en primera línea prestando servicio, corren mucho más peligro de contraer COVID-19, enfermarse y, por lo tanto, estamos muy preocupados por la capacidad de tratarlos en un sistema”.
Con los desafíos que COVID-19 ha introducido, simplemente no hay forma de presentar de mejor manera una tragedia inminente, dijo.
“La situación parece muy grave”, sostuvo. “El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas … predice que será catastrófico”.
El hambre aguda podría duplicarse este año de lo que era en 2019, por lo que ahora es el momento de mitigarlo, continuó.
“Es una gran responsabilidad y siento mucho peso sobre mis hombros”, dijo Callahan.
Pero, por otro lado, agregó: “Estoy realmente inspirado por los colegas y las personas con las que trabajamos en todo el mundo, para ver el Evangelio en acción, para ver a los socios de la iglesia en el terreno llegando a la gente, para ver el desinterés y la valentía de nuestro personal, ayudando a las personas en un momento en que muchos de nosotros tenemos miedo de contagiarnos. Es francamente, verdaderamente, realmente inspirador”.
Por Rhina Guidos