DUBLIN, Irlanda – La pandemia de coronavirus “nos abrió los ojos a las periferias en nuestro medio”, específicamente, a la contribución de trabajadores migrantes en servicios esenciales como la atención médica, el transporte, el saneamiento, y la agricultura, acotó el cardenal Michael Czerny.
El subsecretario de la sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral señaló que, “paradójicamente, teníamos que estar conmocionados y atrapados” por el aislamiento para que “nuestros ojos comenzaran a abrirse”.
El 30 de julio, que es el Día Mundial contra la Trata de Personas, el prelado canadiense participó en un seminario web titulado “Superando la indiferencia hacia migrantes y refugiados”, organizado por The Tablet, un periódico católico semanal internacional.
El cardenal dijo a los participantes que muchos reconocerían que fue solo cuando las personas fueron aisladas y “todo se detuvo por completo”, que sus ojos se abrieron al hecho de que los trabajadores migrantes cubrían algunas de sus necesidades más básicas.
“Aquí, en Italia, fue una verdadera revelación para la gente darse cuenta de cuántas de estas personas hay, el tipo de trabajo que están haciendo, y el tipo de situación en la que viven”, manifestó el cardenal. “Tengo la sensación de que la opinión pública en Italia se inclinó a favor de los trabajadores migrantes de manera notable durante estos meses. Sin embargo, no sé si esto está teniendo un efecto en las leyes”.
“Este año de COVID-19, con su terrible número de muertes y sufrimiento, también puede ser visto como un año de revelación”.
El canadiense de 74 años nacido en Checoslovaquia, cuya familia huyó de su hogar después de la Segunda Guerra Mundial, también sugirió que las restricciones impuestas a la adoración pública durante la pandemia de COVID-19, habían liberado a la iglesia de algunas certezas o suposiciones, como la relación entre la vida de fe y la parroquia territorial.
“Creo que el COVID-19 nos dio a entender que el hecho de que vivas dentro de una milla cuadrada en particular no define tu vida de fe, como lo pensabas. Te encontraste ‘yendo a misa’ a un lugar mucho más lejos, quizás al otro lado del planeta, y te encontraste relacionándote con personas de formas nuevas, que no se limitan a la parroquia territorial”.
El prelado también se preguntó si el número de personas alejándose de la iglesia es “una indicación de que esta estructura parroquial ha alcanzado una especie de límite en su funcionalidad” y observó que el COVID-19 y los medios electrónicos “conspiraron para darnos una mirada hacia el futuro que podría haberse tardado 20 o 30 años más en desarrollarse en circunstancias más normales”.
En otra parte de su alocución con el periodista Christopher Lamb, el cardenal criticó a los medios por su continuo énfasis sobre las estadísticas y tendencias acerca de migrantes y refugiados y por “culparlos” por “la crisis global”. Los refugiados, subrayó, son una pequeña minoría de los que se mueven cada año alrededor del mundo.
Hablando sobre el aumento de la retórica anti-migrante entre los líderes políticos, dijo: “Uno de los mayores enigmas de nuestro tiempo es que la misma sociedad en la que viven las personas de manera decente y cooperativa parece tolerar este tipo de distorsión de la realidad. Creo que tiene algo que ver con la rápida evolución de los medios, hasta el punto de que hemos perdido el rumbo en términos de lo que es verdad, lo que es plausible, y lo que es creíble. Cuanto más impactante, de alguna manera, más creíble. No recuerdo el shock como un criterio válido para la verdad. Sin embargo, parece ser que cuanto más escandaloso, cuanto más contrario suena, o provoque más rabia, de alguna manera, es más creíble. Esto es un problema para todos nosotros, y creo que es realmente urgente encontrar la manera de superar esto”.
Parte del problema, enfatizó, es que la gente no está escuchando las historias humanas de migrantes y refugiados. Si esto sucediera, “La mayoría de las personas se darían cuenta de que están haciendo chivo expiatorio a este pequeño número de personas, que están haciendo exactamente lo que todos haríamos si estuviéramos en las mismas circunstancias”.
También entenderían que esta pequeña minoría que se ha visto obligada a huir de sus hogares no representa una amenaza o “un peligro para nuestra economía, nuestra sociedad, nuestra civilización, o nuestras familias” y que existen otros problemas mucho más graves de los que los políticos son responsables y en los que deberían estar ocupados”.
Al preguntarle qué pueden hacer los fieles para superar de manera concreta la indiferencia hacia los migrantes y refugiados, el cardenal Czerny señaló el llamado del papa Francisco en 2015 a las parroquias y comunidades religiosas para albergar una familia. Citó el programa de patrocinio comunitario de larga data de Canadá, que brindó a su propia familia la oportunidad de comenzar sus vidas nuevamente después de encontrarse en “una situación cada vez más desesperada en 1948”.
Por Sarah Mac Donald