CIUDAD DEL VATICANO – Los cristianos no se pueden quedar pasivamente mirando mientras a millones de personas se les priva de lo necesario para satisfacer sus necesidades básicas debido a la codicia de otros –dijo el papa Francisco.
“Cuando la obsesión por poseer y dominar excluye a millones de personas de los bienes primarios; cuando la desigualdad económica y tecnológica es tal que lacera el tejido social; y cuando la dependencia de un progreso material ilimitado amenaza nuestra casa común, entonces no podemos quedarnos mirando”, expresó el 26 de agosto durante su audiencia general semanal.
Los cristianos debemos actuar todos juntos, enraizados en Dios y unidos en la esperanza de “generar algo diferente y mejor” que sea más justo y equitativo –dijo.
Durante una transmisión en vivo desde la biblioteca del palacio apostólico, el papa Francisco prosiguió con una serie de charlas sobre los principios de la doctrina social de la iglesia como una guía para la sanación y construcción de un futuro mejor.
Enfocándose en el destino universal de los bienes, el pontífice dijo que esto es “el primer principio de todo el ordenamiento ético-social”.
Dios confió la tierra y sus recursos “a la administración común de la humanidad para que tuviera cuidado de ellos” –dijo citando el catecismo de la Iglesia Católica (2402).
Cuando Dios les pidió a sus hijos “dominar” la tierra en su nombre –dijo el papa– no debía interpretarse como una “carta blanca” para hacer de la tierra lo que uno quiere. “No”, subrayó. “Existe una relación de reciprocidad mutua entre nosotros y la naturaleza”.
Las comunidades tienen que proteger a la tierra, tomar solo lo que necesitan para su supervivencia y asegurarse de que los frutos de la tierra lleguen a todos, no solo a algunos –dijo el papa Francisco.
El hombre no debe ver los bienes que legítimamente posee “como exclusivamente suyos, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás”, según la constitución pastoral del Concilio Vaticano II sobre la iglesia en el mundo contemporáneo (“Gaudium et Spes”).
De hecho, el catecismo dice que la propiedad de un bien convierte a “su dueño en un administrador de la providencia, para hacerlo fructificar y comunicar sus beneficios a otros”, dijo.
“Nosotros somos administradores de los bienes, no dueños” ni señores guardándolos “egoístamente”, agregó.
El papa explicó que el catecismo también dice: “La autoridad política tiene el derecho y el deber de regular en función del bien común el ejercicio legítimo del derecho de propiedad”.
Esta “subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes –dijo– es una regla de oro del comportamiento social y el primer principio de todo el ordenamiento ético-social”.
Destacó que las propiedades y el dinero representan instrumentos que pueden servir para el desarrollo.
Sin embargo, los transformamos fácilmente en metas absolutas –agregó.
Cuando esto sucede –dijo– los seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios, “se deforman” y se vuelven individualistas, calculadores y dominadores; en vez de seres sociales, creativos, colaboradores y solidarios “con una inmensa capacidad de amar”.
La inequidad social y la degradación ambiental van de la mano –comentó– y tienen la misma raíz: “el pecado de querer poseer y dominar a los hermanos y las hermanas, la naturaleza y al mismo Dios”, lo cual no es el diseño que hizo Dios de la creación.
Las inequidades en el mundo “muestran una enfermedad social; es un virus que emerge de una economía enferma”, la cual es el fruto de un crecimiento económico injusto que prescinde de los valores humanos fundamentales y deja que unos pocos posean más que todo el resto de la humanidad –destacó.
“Si cuidamos los bienes que el Creador nos dona, si ubicamos lo que poseemos en común de forma tal que a nadie le falte, entonces realmente podremos inspirar esperanza para regenerar un mundo más sano y más equitativo”, puntualizó.
By Carol Glatz
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