CIUDAD DEL VATICANO – Tanto la falta de respeto a la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, como la falta de respeto al medioambiente, son indicadores de una persona que pretende ejercer poder sobre algo que no está bajo su control –dijo el papa Francisco.
“Es la misma indiferencia, el mismo egoísmo, la misma codicia, el mismo orgullo, la misma pretensión de ser el amo y el déspota del mundo lo que lleva a los seres humanos, por una parte, a destruir las especies y a saquear los recursos naturales, por otra, a explotar la miseria, a abusar del trabajo de las mujeres y de los niños, a abrogar las leyes de la célula familiar, a no respetar más el derecho a la vida humana desde la concepción hasta el fin natural”, dijo el papa el 3 de septiembre.
El papa Francisco hizo estas declaraciones durante un discurso redactado para un grupo de laicos que asesoran a la conferencia de obispos de Francia en cuanto a promover e implementar las enseñanzas de “Alabado Seas (Laudato Si’), sobre el cuidado de nuestra casa común”.
El grupo, del cual es parte la actriz Juliette Binoche, viajó a Roma en tren en vez de avión, como una alternativa para reducir las emisiones de carbono.
La oficina de prensa del Vaticano dijo que el papa les entregó el mensaje que había preparado a los miembros del grupo y luego tuvo una conversación espontánea con ellos. Les contó que su propia “conversión ecológica” empezó en 2007 escuchando a los obispos de Brasil en el encuentro de obispos latinoamericanos en Aparecida, Brasil.
En ese momento, “no entendí nada” –dijo–. Pero empezó a escuchar y estudiar y dialogar con científicos y teólogos. El resultado fue “Alabado Seas”, la encíclica publicada en 2015.
La preocupación ecológica es una preocupación cristiana –dijo.
“La Biblia nos enseña que el mundo no nació del caos o del azar, sino de una decisión de Dios que lo llamó y siempre lo llama a la existencia, por amor”, dijo el papa. “El universo es bello y bueno, y contemplarlo nos permite vislumbrar la infinita belleza y bondad de su Autor”.
Los cristianos tienen la obligación moral de respetar la creación que Dios les ha confiado “como un jardín para cultivar, para proteger, para que crezca según sus posibilidades”, agregó. “Y si el hombre tiene derecho a utilizar la naturaleza para sus propios fines, no puede considerarse en modo alguno como su propietario o como un déspota, sino sólo como el administrador que tendrá que rendir cuentas de su gestión”.
Jesús les enseñó a sus discípulos que vivan en armonía, con justicia, en paz y reconociendo a los demás como hermanos y hermanas –dijo el pontífice–. Pero “cuando la naturaleza se considera únicamente como un objeto de lucro e interés —una visión que consolida el arbitrio del más fuerte— entonces se rompe la armonía y se producen graves desigualdades, injusticias y sufrimientos”.
Por Cindy Wooden