CIUDAD DEL VATICANO – El chisme es “una peste más fea que el Covid”, dijo el papa Francisco, afirmando que si el hablar mal de los demás es algo casi natural, es una herramienta del diablo para dividir a la iglesia.
Al comentar el 6 de septiembre sobre la lectura del Evangelio dominical sobre Jesús diciéndoles a sus discípulos qué hacer cuando un miembro de la comunidad se equivoca y requiere corrección, el papa Francisco dijo que, en lugar de ayudar al otro a enmendar sus caminos, “cuando nosotros vemos un error, un defecto, una equivocación, en tal hermano o hermana, habitualmente la primera cosa que hacemos es ir a contárselo a los demás, a chismorrear”.
El chisme siembra división, le dijo a la gente reunida en la Plaza de San Pedro para rezar el Ángelus al mediodía.
“El gran chismoso es el diablo, que siempre anda contando cosas malas de los demás, porque es el mentiroso que busca dividir la iglesia, alejar a los hermanos y no crear comunidad”, dijo el papa.
“Por favor, hermanos y hermanas, hagamos un esfuerzo para no chismorrear”, dijo.
La lectura del Evangelio del día (Mateo 18: 15-20) a menudo se cita como una lección de “corrección fraterna”, instando a las personas a hablar directa y privadamente con una persona que creen que está equivocada. Si eso no funciona, Jesús les dice a los discípulos que lleven “uno o dos más contigo” y vuelvan a intentarlo. Si eso tampoco tiene éxito, entonces se debe informar a la comunidad de la iglesia.
El objetivo, dijo el papa, no es avergonzar o castigar, sino rehabilitar.
En el Evangelio, Jesús dijo que si incluso el amor y el apoyo de la comunidad no son suficientes para corregir a la persona, y “si ni a la comunidad hace caso, considéralo ya como al gentil y al publicano”.
“Esta expresión, aparentemente tan despectiva, en realidad nos invita a poner a nuestro hermano de nuevo en las manos de Dios”, dijo. “Sólo el Padre podrá mostrar un amor más grande que el de todos los hermanos juntos”.
Después de rezar, el papa saludó a varios grupos en la plaza, incluso a miembros del personal y nuevos estudiantes del Pontificio Colegio Norteamericano en Roma. Los seminaristas estadounidenses llegaron a Roma el 20 de agosto y tuvieron que observar una cuarentena de 14 días antes de salir al Vaticano y a la ciudad.
Por Cindy Wooden