CIUDAD DEL VATICANO – El amor verdadero no se define por la preservación de los intereses personales, sino por la voluntad de sacrificarse por el bien de los demás, dijo el papa Francisco.
Para seguir el llamado de Cristo de tomar la cruz y seguirlo, los cristianos deben tomar el mismo camino que él hizo “sin buscar atajos”, dijo el papa el 28 de junio antes de rezar el Ángelus con peregrinos en la Plaza de San Pedro.
“No hay amor verdadero sin una cruz, es decir, sin un precio a pagar en persona”, dijo. “Llevada con Jesús, la cruz no da miedo, porque Él siempre está a nuestro lado para apoyarnos en la hora de la prueba más dura”.
En su discurso, el papa reflexionó sobre la lectura del Evangelio dominical de san Mateo, en la que Jesús les dice a sus discípulos que quien ama a su padre, madre, hijo o hija “más que a mí, no es digno de mí”.
“El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. Quien encuentre su vida, la perderá, y quien pierda su vida por mí, la encontrará”, dijo Jesús.
El papa dijo que las palabras de Cristo son un llamado para que sus discípulos “tomen en serio las exigencias del Evangelio, incluso cuando eso requiere sacrificio y esfuerzo”.
Las palabras de advertencia de Jesús a quienes aman a sus familias más que a él no pretenden “subvalorar el amor por padres e hijos”, sino que sirven como una advertencia de que “los lazos de parentesco, si se ponen en primer lugar, pueden desviarse del verdadero bien”.
“La corrupción en la vida política, a veces, procede de que el amor a los parientes es mayor que el amor a la patria” y entonces colocan a los miembros de la familia en un cargo, dijo.
En cambio, cuando el amor por los padres o los hijos está “inspirado y purificado” por el amor de uno por Jesús, “se vuelve totalmente fructífero y produce fruto para el bien de la familia y más allá”, dijo el papa.
La “paradoja del Evangelio” de perder la vida para encontrarla, agregó, se puede ver hoy en las muchas personas que se sacrificaron “para ayudar a otros que están en necesidad en esta pandemia”.
El papa Francisco recordó la historia de un sacerdote que fue conmovido por un niño en su parroquia que le dio el poco dinero que ahorró “para los pobres, para los necesitados debido a la pandemia”.
La consecuencia de dar generosamente la vida por los demás, dijo, “es una gratitud contagiosa que nos ayuda a cada uno de nosotros a estar agradecidos con aquellos que se ocupan de nuestras necesidades”.
“La gratitud, el aprecio es, en primer lugar, buenos modales, pero también es característico de un cristiano”, dijo el papa. “Es un signo simple pero genuino del reino de Dios, que es el reino del amor gratuito y agradecido”.
Por Junno Arocho Esteves